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¿Un traficante de personas o un perturbado?

El Salvador detiene al hombre que secuestró a una niña mexicana de cuatro años

Juan Diego Quesada
La niña secuestrada en manos de su madre
La niña secuestrada en manos de su madreSTR (EFE)

¿Se trata de un traficante de personas o un perturbado? A través de un video, el salvadoreño Nelson Valencia, quien reconoce haber robado a la niña mexicana Valeria de Jesús, de cuatro años, parece más bien lo segundo. A ratos habla con la pasión de un preso y a ratos con la monotonía de un funcionario. “Yo tomé a la niña, pero no le hice ningún daño. Nada más quería que fuera mi hija y yo la iba a legalizar aquí para tener una mexicana acá en Centroamérica”.

Valencia, detenido desde hace tres días, raptó a la niña en Texcoco, a las afueras de la Ciudad de México, y se la llevó hasta El Salvador, a más de 1.400 kilómetros de distancia. Tuvo que sortear fronteras y controles policiales donde se hizo la vista gorda. El hombre argumenta que en el robo de la menor hay algo de venganza contra un país. Lo hizo por el trato vejatorio que había sufrido por parte de las autoridades mexicanas, algo que no suena descabellado del todo. Ahí se entiende que alguna vez fue detenido en el país norteamericano. Esta fue su forma particular de atentar contra México, donde el robo de niños forma parte del imaginario colectivo.

Los investigadores tienen que discernir ahora si están ante alguien con problemas mentales o si más bien se está haciendo pasar por un perturbado. Las organizaciones de derechos humanos que se han preocupado por el tema creen que se trata del miembro de una red de trata de personas que estaba siguiendo el itinerario más común de estas mafias. Los traficantes de la carne aprovechan las facilidades que tienen para salir del país por Chiapas, en el sur de México, y desde Centroamérica ‘venden’ su mercancía al resto del mundo.

Si Nelson Valencia se dedica a esto no puede ser tachado de buen profesional. El hombre dejó a la niña en unos apartamentos de Sonsonate, a 50 kilómetros de la capital, al cuidado de unos vecinos. Dijo que volvería más tarde, tenía cosas que hacer. Una mujer que estaba vigilando a la niña, según la versión de la policía de esta ciudad, la reconoció por el programa de televisión Laura en América, en el que había aparecido su madre denunciando la desaparición. La señora contactó con un pariente que tiene en Estados Unidos y le envió una foto de la menor para que comprobase si realmente era ella.

El inmigrante, Faustino Quezada, desde Austin (Texas), avisó al Ayuntamiento de Texcoco. A su vez, los vecinos del condominio avisaron a la policía y esta se puso a buscar a Valencia. Horas después fue detenido a bordo de un autobús. La madre de la niña, Ana Cecilia de Jesús, ya la había reconocido a esas horas por videochat. Era el principio del fin de una historia rocambolesca.

La niña regresó el domingo a su pueblo. Los comerciantes de la plaza en la que había sido robada, donde trabaja su madre vendiendo mercancía importada, la recibieron conscientes de que se había producido casi un milagro. La ONU calcula que 70.000 personas al año son víctimas de la trata de personas. 22.000 de ellas son niños.

En Texcoco se ha celebrado una misa diaria por la niña hasta que ha sido encontrada. Los vecinos creen que sus plegarias han sido escuchadas. Hasta el pueblo se acercaban ayer madres que no saben nada de sus hijos. Se arrimaban a la de Valeria como si la suerte o la divinidad fuese contagiosa. “La fe nos la devolvió”, insistió la mamá de Valeria.

La fiscalía salvadoreña le imputa a Nelson Valencia los delitos de secuestro, agresión sexual a una menor y trata de personas. No se cree la historieta perturbadora del detenido. Le ven más bien como un miembro de una célula criminal que opera a nivel internacional. Hay sospechas de que puede ser hasta uno de los carteles mexicanos de la droga que está expandiéndose en otros negocios.

La coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe ahonda en esa idea y asegura que el caso de Valeria pone al descubierto una red de tráfico de niños que después son explotados sexualmente o adoptados ilegalmente. La respuesta, a menos que se investigue más, la tiene el que ahora está entre rejas, el que apela al maltrato mexicano como una excusa para arrancar a una niña de los brazos de su madre. Lo que esconde puede sacar a la luz por fin un problema subterráneo que afecta sobre todo a los que menos tienen.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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