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APERITIVO CON... PEPITA MARÍN Y ALBERTO BRAVO

“Aprendimos casi todo en Google: de tejer a vender”

Los jóvenes emprendedores han montado la empresa We are knitters

Carmen Mañana
Un premio de Icade fue la base del proyecto de Alberto Bravo y Pepita Marín.
Un premio de Icade fue la base del proyecto de Alberto Bravo y Pepita Marín.Claudio Álvarez

Sentados en la barra, con sus vaqueros y sus largas melenas, nadie diría que Pepita Marín y Alberto Bravo son dos empresarios implacables. Pero en pleno erial económico, estos madrileños de tan solo 25 años acaban de conseguir 150.000 euros de financiación para su marca We are knitters. Entre sus inversores, Francoise Derbaix, gurú de Internet y fundador de la web de referencia en el sector turístico Top Rural.

El francés no es el primero en ver el potencial de su proyecto: una firma de lana que vende online kits de agujas y ovillos (a partir de 33 euros), además de enseñar los secretos del tricotaje a través de una videoweb y promover una comunidad de tejedores en Facebook, Twitter e Instagram. Gracias a esta idea de negocio, la pareja ganó hace tres años un premio para jóvenes emprendedores de la universidad de Icade, donde cursaban un máster los fines de semana. De lunes a viernes ambos trabajaban en PricewaterhouseCoopers, la compañía de servicios profesionales más grande del mundo.

“Con el dinero del concurso en la mano, llegó el momento más difícil: decidir entre apostar por nuestro plan o continuar con un trabajo fijo”, explica Marín mientras corta virtuosamente una empanadilla. Era 2010. La crisis ya descalabraba España. Y las familias de estos dos economistas no podían creer que fuesen a abandonar sus prometedoras carreras para convertirse “en abuelas tejedoras”. Sobre todo, porque nunca antes habían cogido una aguja. “Tuvimos que aprender en YouTube”.

Marín y Bravo dejaron una importante consultora para montar su negocio

“En España no hay cultura de emprendimiento. En Estados Unidos seríamos unos héroes, pero aquí nos ven como a locos o niñatos caprichosos”, apunta Bravo. Ni lo uno ni lo otro. En 2011 obtuvieron el premio Madrid Emprende y consiguieron un préstamo de 45.000 euros —“sin avales”— de la Empresa Estatal de Innovación. Dieron con estas ayudas públicas navegando. “Casi todo lo que sabemos lo aprendimos de Google: desde hacer un jersey a vender”, bromea Martín.

En la Red encontraron también los pilares de su negocio: el Manual del emprendedor, los distribuidores, los clientes y la inspiración. “Vemos sin parar vídeos de otros empresarios, como la gente de Privalia. No solo nos aportan ideas y buenos consejos, sino que nos animan en los momentos de desaliento. Ellos estuvieron donde estamos nosotros y han llegado alto”, argumenta Bravo.

De sus masterclass en YouTube han aprendido que la supervivencia pasa por la internacionalización. Mientras reparten el potito, cuentan que acaban de abrir una oficina en Londres, donde “se realizan siete veces más compras online que en España” y la filosofía DIY (hazlo tú mismo, en sus siglas inglesas) está mucho más extendida. Y ya están pensando en Alemania. “Allí, invertimos un euro en comunicación y tenemos un retorno de 10, mientras que en España es como mucho de cuatro, porque cuando empezamos no había mercado”, sentencia Bravo.

Aún así, su jornada laboral de siete días ha dado frutos: un ejército de chicos y chicas, muchos de ellos neófitos, ha sucumbido al punto. “Crea adicción. Y cuando terminas tu primera bufanda te sientes tan orgulloso que quieres compartirlo en tus redes sociales”. Como no podría ser de otra forma entre nativos digitales como ellos.

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