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“Para mi padre ser gay es una perversión y para mi madre, una enfermedad”

En China, la homosexualidad se suele considerar una condición anormal que puede ser cambiada con persuasión o violencia

El joven Han Han, de 24 años.
El joven Han Han, de 24 años.L.Y.

Cuando Han Han, un joven de 24 años de la provincia de Jiangxi, al sur de China, le contó a sus padres que era gay, su padre lo consideró una perversión de la naturaleza y su madre lo achacó a una supuesta enfermedad. Los resultados de las pruebas médicas que sus padres le obligaron a hacerle concluyeron que aunque Han no tenía achaque físico alguno, sí tenía patologías psíquicas.

Poco después, su madre, que había leído en Internet sobre la existencia de centros y tratamientos que curan la homosexualidad, le dijo que podía ser curado. “Tuve que explicarle a mi madre que estos tratamientos eran una estafa y que no era algo que se pudiera cambiar o curar”, dice Han, que trabaja en Danlan, una ONG que lucha por los derechos gais. “Fue duro, no era fácil explicar estas cosas cuando yo mismo no sabía qué me pasaba".

En China, la homosexualidad se suele considerar una condición anormal que puede ser cambiada bien a través de la persuasión o incluso con el uso de la violencia física. Se relaciona con la idea de un fracaso a nivel familiar, o un acto sexual entre hombres, que está ligado al crimen. “El problema es la falta de conciencia, conocimiento y visibilidad”, dice Wei Xiaogang, director del Instituto de Educación de Salud y Género de Pekín.

Pero esta percepción no es algo tan solo común en el campo, hogar de la mitad de los 1.340 millones de personas de China, si no que es una visión generalizada, incluyendo a ciudadanos de grandes urbes como Pekín, Shanghai, o Guangzhou, donde existen crecientes y muy activas comunidades gais.

No existen cifras oficiales, pero se estima que la población homosexual en China oscila entre 27 y 30 millones, con entre 18 y 20 millones de hombres gais y entre 9 y 10 millones de lesbianas.

Cuando Han salió del armario se dio cuenta de que a pesar de haberles contado a sus padres y a sus mejores amigos sobre su homosexualidad, no era una buena idea hablar del tema abiertamente en la universidad, donde estudió educación física. “Si un profesor se entera de que eres gay, primero te llama e intenta convencerte de que cambies tu orientación, después se entera toda la facultad y luego llaman a tus padres”, dice Han. La discriminación está extendida, tanto en la universidad como en el trabajo como en casa. Algunos estudiantes universitarios han sido expulsados por esta causa y otros han perdido sus trabajos.

Han tuvo suerte, y conoció a una profesora con interés en el tema que le ayudó a crear un club gay independiente donde compartir experiencias que le ayudaron a hablar de su homosexualidad abiertamente.

A diferencia de Han, la mayoría solo revelan su verdadera identidad sexual a contados amigos cercanos. La situación ha cambiado mucho desde la revolución comunista en 1949, cuando Mao lideró una campaña para deshacerse de la homosexualidad, que fue criminalizada y que denominó “enfermedad mental”. No es hasta 1997 que la homosexualidad es despenalizada, y hasta 2001 que deja de ser definida como trastorno psicológico.

Hoy, a pesar de su legalidad, las lesbianas, gais, bisexuales y transexuales (LGBT) se ven obligados a esconder sus preferencias por una sociedad extremadamente tradicional y un gobierno que aunque suele mantenerse fuera de la vida privada de sus ciudadanos, silencia las reivindicaciones de los colectivos. Muchos sitios web sobre el tema están bloqueados, sus películas no puede aparecer en proyecciones públicas, y sus eventos son cancelados. La semana pasada la fiesta de disfraces en contra de la homofobia y la transfobia organizada por el Centro de LGBT de Pekín sufrió este destino.

“La gente no sabe qué es ser homosexual ya que no existe visibilidad”, dice Wei, que también es fundador de Compañeros Homosexuales, un Webcast divulgativo de temas LGBT sin ánimo de lucro. La tradición confuciana, la necesidad de tener hijos, acentuada por la política de hijo único que fuerza a la gente a extender su linaje independientemente de su orientación sexual, y las limitaciones gubernamentales “hacen que sea muy difícil cambiar esta situación, pero que requieren más esfuerzo para mejorar el entendimiento del público".

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