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¿Qué les angustia a los jóvenes brasileños?

Las autoridades están preocupadas por el aumento del índice de suicidios entre adolescentes

Juan Arias
Un joven en la favela de Chapeu Mangueira (Rio de Janeiro)
Un joven en la favela de Chapeu Mangueira (Rio de Janeiro)YASUYOSHI CHIBA (AFP)

Aunque sigue siendo un tema tabú en los medios de comunicación, el hecho de que el suicidio entre los jóvenes (de 14 a 24 años) de Brasil haya crecido un 30% en los últimos 20 años, ha despertado el alerta entre las autoridades.

El suicidio es ya la tercera causa de muerte entre los jóvenes brasileños, después de los accidentes de tráfico y de los homicidios. Y entre las chicas es la mayor causa de decesos. Cada día 24 adolescentes o jóvenes se quitan la vida, y los intentos de suicidio son 20 veces más.

“Los índices de suicido siempre fueron mayores en la tercera edad. Hoy, al revés, entre los jóvenes aumentan de forma alarmante”, afirma Alexandrina Meleiro, psiquiatra del Instituto de Psiquiatría del Hospital de las Clínicas de la Universidad de São Paulo (USP). Otra de las particularidades es que el suicidio ha aumentado entre las mujeres. Para Meleiro se debe en parte a los embarazos precoces o no deseados, a la prostitución y al consumo de drogas.

Los suicidios de jóvenes brasileños han sido calificados de “epidemia silenciosa”. Una epidemia para la que no se pide ayuda, dicen los expertos, por el prejuicio en torno a las enfermedades mentales. 

Al revés que en los países desarrollados, en los que el suicidio juvenil ha disminuido, en Brasil está aumentando.

La pregunta que se está formulando tanto en el ámbito médico como en la sociedad, una vez caído el tabú, es el porqué de ese aumento de la desesperación de tantos jóvenes en un país con vocación de felicidad y que prospera económicamente. Las respuestas son muchas, sin unanimidad. El psiquiatra Neury Botega, de la Universidad Unicamp, afirma que el índice de suicidios entre los jóvenes brasileños crece por un conjunto de factores: “Los jóvenes tienen cada vez menos una red de apoyo y están desilusionados en relación a las ideas que tuvieron otras generaciones”.

Un punto interesante y al mismo tiempo polémico es el que presenta Robert Gellert Paris, director de la Asociación para la salud emocional de la infancia. Lo llama “la presión social, principalmente en las redes sociales, a ser felices” y explica que “la obligación a ser feliz genera tensión en el joven”. Considera, además, que se les exige ser “magníficos en todo”. Y si a ello se les añade el aumento de consumo de alcohol y drogas, afirman los expertos, resulta una bomba de relojería.

El catedrático Marcelo Tavares, de la Universidad de Brasilia, explora otras posibles causas de frustración. Según él, en el pasado un joven que estudiaba y se licenciaba o hacía un doctorado tenía la seguridad de triunfar en la vida. Hoy no. Con el título universitario en la cartera se siente muchas veces igualmente frustrado. Achaca a un cierto “capitalismo salvaje” el hecho de que los jóvenes, lanzados al consumo, no advierten que dicho consumo debe conseguirse con el esfuerzo. Como no lo ven como una conquista propia “no aprenden a tolerar la angustia”, dice Tavares.

Otros analistas, como el periodista Roberto Carlos C., opina que a la juventud “le pedimos mucho y les ofrecemos un exceso de información”. Tienen la sensación de que “necesitan correr siempre” para “no quedar parados en el tiempo”,y así “no les enseñamos a relajarse ni les permitimos equivocarse”, escribe.

Por último hay quien, al analizar estas cifras, recuerda la “banalización del sexo” que ha hecho también aumentar la impotencia sexual entre los jóvenes.

El famoso novelista João Ubaldo Ribeiro ironizaba el domingo pasado en su columna del diario O Globo sobre este tema, aunque no relacionado con el suicidio. Según el escritor las mujeres se han desnudado tanto que los hombres “van a tener que vestirlas de nuevo” para recuperar el deseo sexual.

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