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OBITUARIO

Maurice Nadeau, descubridorde talentos literarios

El editor francés dio la primera oportunidad a Perec y Houllebecq

El editor francés Maurice Nadeau, en 2011.
El editor francés Maurice Nadeau, en 2011.PIERRE VERDY (AFP)

Desde Georges Perec a Michel Houellebecq, el legendario y centenario editor francés Maurice Nadeau fue uno de los principales descubridores de la literatura contemporánea. Pasó de una editorial a otra hasta que fundó su propia casa, ejerció de crítico literario en las revistas más prestigiosas y escribió varias obras, incluida la todavía referente Historia del Surrealismo (1945), que le valió enfadarse con su gran amigo André Breton. Militante trostkista durante su juventud, su último combate lo dedicó a salvar con éxito el magacín literario que fundó en 1966, La Quinzaine Litterraire, al borde de la quiebra hace apenas unos meses. Falleció el 16 de junio, a los 102 años, “en casa, de forma apacible, en compañía de los suyos”, según informó su familia.

“Durante toda mi vida, siempre estuve en el lugar adecuado para descubrir a escritores. Estaba al acecho, escuchaba, leía mucho, manuscritos, revistas, la prensa extranjera”, explicaba Nadeau en 2011, cuando cumplía los 100 años. Atribuía su éxito a su olfato por interesarse por autores extranjeros en la Francia de posguerra, cuando otros editores los ignoraban. Destacaba entre sus descubrimientos de los que estaba más orgulloso a Henry Miller y a Malcom Lowry. También fue el editor literario de Samuel Beckett y el primero en dedicarle un artículo de prensa.

La impresionante lista de escritores a los que dio una primera oportunidad incluye a grandes maestros francófonos como Georges Perec, Roland Barthes, Tahar Ben Jelloun, Edgar Morin o más recientemente Michel Houellebecq. “La mayoría de los que publicaba habían sido rechazados en todas partes. Después de su primer éxito, también me abandonaban”, recalcaba Nadeau, quien nunca supo rentabilizar económicamente el enorme talento que tenía a la hora de descubrir a los grandes autores de mañana. “Es difícil ser independiente, pero siempre lo fui”, añadía.

Nacido el 21 de mayo de 1911 en París, su padre murió en el frente durante la I Guerra Mundial. De madre sin recursos y analfabeta, creció un tiempo en el seno de una familia obrera de Reims, antes de volver con su madre, cuando esta logró un empleo de cocinera en la ciudad. Siguió el camino de la meritocracia de la escuela republicana, se graduó en la Escuela Normal Superior de Saint-Cloud y entre 1936 y 1945 ejerció como institutor. En paralelo, ingresó en el partido comunista, antes de ser excluido y decantarse por un grupo trotskista.

En 1945, tras la Liberación de Francia de la ocupación nazi durante la II Guerra Mundial, entró en el diario creado por la resistencia Combat, de Pascal Pia y Albert Camus, del que fue el director literario hasta 1951 y en cuyas páginas tomó la defensa de Céline —“los escritores tienen derecho a escribirlo todo”— cuando este se encontraba todavía en el exilio. En 1948, como editor, rescató también del olvido y la condena las obras del marqués de Sade, de las que publicó una antología, y en los años sesenta editó las obras completas y la correspondencia de Flaubert, uno de sus autores favoritos.

En paralelo, Nadeau trabajó también como crítico literario en France-Observateur y en L’Express. Pasó por nueve editoriales, desde Julliard hasta Denoël, antes de crear su propia casa en 1979, les Editions Maurice Nadeau, donde trataba de sobrevivir como editor independiente. “Me han echado de cada editorial porque perdía dinero, pero siempre encontraba a alguien para acogerme”, relataba.

En 1965 creó también la revista literaria La Quinzaine Littéraire con la que se volcó hasta el último momento. Prestigiosa a la par que poco rentable, vive gracias a las suscripciones y las colaboraciones gratuitas de los autores. En mayo, el propio Nadeau lanzó un llamamiento a las donaciones para salvar al magacín de una muerte inminente. El presidente francés, François Hollande, recordaba en su homenaje a Nadeau que este había “rendido un servicio eminente al mundo de las letras y de la cultura francesa” al haber fundado esta revista, haberla “dirigido con constancia” y “luchando hasta el final para asegurar su perennidad”.

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