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DESAYUNO CON... ADRIÁN CRESPO

“Prefiero crear robots futbolistas a jugar yo”

Estudiante de telecomunicaciones, diseña aplicaciones móviles

Adrián Crespo aprendió a programar con nueve años.
Adrián Crespo aprendió a programar con nueve años.Alvaro Garcia

Adrián Crespo (Madrid, 1989) dice de sí mismo que es un chico “completamente normal”. Un chico normal que desarrolla aplicaciones para móviles con 24 años, que aprendió lenguaje de programación con nueve y que tiene ofertas de trabajo en Canadá. “Me gusta explorar e indagar. Lo normal, de verdad”, insiste.

Estudia Sistemas de Tecnología de Telecomunicaciones en la Universidad Politécnica de Madrid. “Hago teleco, vamos; es que ahora con esto de Bolonia le han dado un nombre pomposo”, expresa. Desde marzo forma parte del programa Talentum de Telefónica, donde desarrolla aplicaciones para el nuevo sistema operativo de Mozilla, el Firefox OS, que la marca española incorporará a sus móviles. “Lo que yo quiero es demostrar que se pueden hacer aplicaciones con una salida más ingenieril”, cuenta.

Admite que le cuesta explicar en qué trabaja: “Estoy creando un simulador de circuitos digitales que permite a cualquier persona con nociones básicas de electrónica desarrollar su proyecto en cualquier dispositivo —un móvil, una tableta...— e independientemente del sistema operativo. Digamos que es un proyecto de tecnología que permite crear tecnología”.

Habla con pasión de la programación. Y de emprender. “Se emprende cuando tienes la inquietud de ir un paso más allá y hacer nuevas cosas. Hay que ser curioso, juguetón, tener ilusión”, asegura. “Para crear un proyecto lo primero que hay que hacer es imaginarlo; sentarte en la cama y ser capaz de ver cómo va a ser tu aplicación. Después vas a la biblioteca, coges tres o cuatro tochos gordos y empiezas a desarrollarla pasito a pasito”, expone. Dice que siempre le ha gustado saber qué hay detrás de las cosas: “Estudié algo de economía para saber cómo funciona el mundo, por qué sube y baja la Bolsa”.

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Su idilio con las máquinas comenzó temprano: “Cuando tenía unos nueve años veía a mi padre con los videojuegos y yo me decía: ‘A mí no me apetece jugar sino crearlos; dibujar mis propios muñequitos y hacer que se muevan”. Cogió entonces un libro de programación que rondaba por casa y se puso a ello. “Programar es plantear un problema y subdividirlo para enfrentarte a él por partes. Es un aprendizaje para la vida”, sostiene.

Más tarde se hizo hacker. “La palabra está muy estigmatizada. Es verdad que descifras códigos pero solo si sabes cómo hacerlo puedes aumentar la seguridad. Ser hacker es darle siempre una vuelta de tuerca a lo que te rodea”, dice. “Cuando era adolescente desarrollaba algunas aplicaciones para empresas. Muchos colegas me decían que por qué no jugaba a videojuegos o al fútbol. Pero yo prefiero crear un robot que juegue al fútbol a jugar yo”, asegura.

Su estancia en el programa Talentum termina el próximo mes. Para septiembre le queda una asignatura pendiente. Después quiere irse de Erasmus “si la economía lo permite”, crear una start-up que desarrolle aplicaciones móviles y trabajar fuera de España. Ya tiene ofertas. Habla de Canadá, de Suecia... “Quiero conocer otras formas de enseñar y de trabajar. Para un ingeniero eso es fundamental. Casi toda la enseñanza que se imparte aquí, aunque ahora en la universidad se está intentando cambiar algo, se basa en acumular conceptos. Te enseñan algo de lo que quizá, algún día, saques algo de provecho. Pero sin aplicaciones prácticas. Así que quiero irme, sin duda”, desliza.

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