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Muere Helen Thomas, la primera dama del periodismo estadounidense

La periodista murió en Washington a los 92 años. Cubrió la Casa Blanca desde la presidencia de Kennedy

La periodista Helen Thomas.
La periodista Helen Thomas.CHIP SOMODEVILLA (EFE)

Era 1960, John Fitzgerald Kennedy llegaba a la Casa Blanca y los estadounidenses empezaban a acostumbrarse a una imagen: entre el exclusivo plantel de periodistas que, libreta en mano, preguntaban al presidente, aparecía por primera vez un rostro femenino. Helen Thomas, la primera dama del periodismo, la mujer que avanzó desde su puesto de reportera hasta la prestigiosa primera fila de la sala de prensa de la Casa Blanca, falleció este sábado en Washington a los 92 años.

Bill Clinton le invitó a tarta cuando cumplió 77 años. Barack Obama le llevó cupcakes en su 90 aniversario. Hasta diez presidentes respondieron a las duras e incisivas preguntas de esta periodista que repartió críticas a políticos y reporteros por igual. Además de la acidez y dureza de sus comentarios y preguntas, Thomas siempre dejó un sello personal en la sala de prensa. Nadie más cerró las contestaciones de los mandatarios con un Thank you, Mr. President como hizo ella durante 50 años.

Nacida en 1920 en Winchester (Kentucky), en una familia de nueve hermanos y descendiente de inmigrantes libaneses, Thomas trabajó hasta una edad en la que la mayoría de sus compañeros se habrían retirado. Con más de 80 años, la periodista llegaba a la Casa Blanca al amanecer para cubrir la rueda de prensa diaria y después desplazarse al Congreso.

Durante más de medio siglo de profesión, primero para la agencia United Press International y después para los diarios de la compañía Hearst —entre los que está The San Francisco Chronicle— Thomas nunca dejó de hacer historia. Fue la primera mujer corresponsal en la Casa Blanca, pionera al dirigir la agencia en Washington y en pertenecer a dos grupos exclusivos: el Club de la Prensa de Estados Unidos y la Asociación de Corresponsales que cubren la actualidad presidencia. También desafiaría las reglas del Club Gridiron, que desde 1885 abraza a los periodistas de mayor prestigio de la capital. Thomas fue la primera mujer en cruzar sus puertas.

Al final de su carrera, la misma labia tajante que consolidó su trabajo le obligaría a abandonar su puesto como corresponsal de la Casa Blanca. Micrófono en mano, un rabino le preguntó en un evento por la situación en Israel. Los judíos “deberían largarse de Palestina”, contestó. En junio de 2010, Thomas se convertía en noticia y abandonaba el asiento en la primera fila para convertirse en columnista de los diarios de Hearst.

No fue aquel su primer incidente a causa de unas polémicas declaraciones. En 2006, durante la cena de la Asociación de Profesionales del Periodismo, dijo a un joven reportero que estaba cubriendo al “peor presidente de la historia de Estados Unidos”. Se refería a George W. Bush. Las palabras de Thomas crearon revuelo dentro y fuera de la sala de prensa de la Casa Blanca. Allí, los corresponsales trabajan sujetos a un ranking de experiencia y prestigio que condiciona desde el asiento que ocupan hasta el turno de pregunta. Los compañeros de Thomas decidieron castigarle devolviéndole a la última fila.

Para entonces la periodista y columnista ya no escondía su enfado con el presidente durante las guerras de Irak y Afganistán, pero tampoco con unos periodistas que, según ella, nunca hicieron las preguntas que de verdad hubieran servido a los ciudadanos. ‘¿Vigilantes de la democracia? Los periodistas de Washington y cómo fallaron al público sería el título de su libro, publicado en 2008, y en el que acusó a la prensa de reproducir lo que el Gobierno anunciaba en las ruedas de prensa.

El compromiso de Thomas le valió en 2007 el “Premio Primera Enmienda de la Constitución Estadounidense”, que protege la libertad de expresión. Allí defendió una vez más su ideal del periodismo: “Nuestro trabajo consiste, aparte de contar la verdad, en que el público conozca los abusos de poder y las injusticias”. El legado de Thomas, de principio a fin.

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