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¿Es un dinosaurio? ¿Es un pájaro? ¡Qué más da!

El cerebro del ‘archaeopteryx’ muestra que volar estuvo al alcance de muchos reptiles prehistóricos

Javier Sampedro
Un Archaeopteryx persigue a una libélula.
Un Archaeopteryx persigue a una libélula.getty images

¿Es un dinosaurio? ¿Es un pájaro? La pregunta es tan sencilla que podría responderla un niño de cinco años, pero tan sutil que haría sudar tinta china a un paleontólogo. Las plumas y la clavícula fusionada (fúrcula) que la tradición consideraba elementos característicos de las aves surgieron en realidad, según sabemos ahora, en los dinosaurios del cretácico, sin que ni Steven Spielberg se percatara de ello. Volar podría ser un buen criterio para definir a un pájaro, pero ningún fósil suele hacerlo. Científicos del Museo Americano de Historia Natural, en Nueva York, y las Universidades de Columbia, Texas y Stony Brook han tenido que volver su atención hacia el cerebro para resolver el enigma.

¿Es un dinosaurio? ¿Es un pájaro? Es ‘archaeopteryx’, el fósil más antiguo que la generalidad de los niños de cinco años estaría de acuerdo en definir como un ave, un pajarraco picudo, horripilante y tan popular que hasta llegó a enfrentarse al mismísimo King Kong en la película fundacional del género, dirigida en 1933 por Merian Cooper y Ernest Schoedsack (por cierto que a King Kong no le resultó nada fácil deshacerse del volátil en aquella secuencia interminable). Amy Balanoff y sus colegas demuestran ahora que su cerebro era mucho más similar al de los primitivos dinosaurios que al de las gráciles aves que evolucionaron desde ellos. Entonces ¿es un dinosaurio o es un pájaro?

“Se sabía poco de la historia evolutiva inicial del cerebro ‘hiperinflado’ que distingue a los pájaros de los demás reptiles vivos, y que aporta las importantes capacidades neurológicas que se requieren para el vuelo”, escriben Balanoff y sus colegas en ‘Nature’. Los evolucionistas de Nueva York han utilizado tomografía de alta resolución para ‘ver’ el cerebro de estos fósiles y compararlo con el de las aves actuales, por un lado, y con el de otros dinosaurios fósiles (‘manirraptores’) que se consideran familiares evolutivos próximos tanto al ‘archaeopteryx’ como a las primeras aves. Es decir, cerca del origen del vuelo.

El conocimiento recibido decía hasta ahora que el volumen del cerebro del ‘archaeopteryx’ es un intermediario entre el de los dinosaurios manirraptores de la época y el de las primeras aves. El nuevo análisis, beneficiado por unas herramientas tecnológicas mucho más avanzadas, muestra que el incremento cerebral del ‘archaeopteryx’ no es en realidad del ‘archaeopteryx’, sino una muestra como cualquier otra de un aumento craneal propio de los manirraptores, la familia de dinosaurios a la que pertenecía. De hecho, la cefalización del ‘archaeopteryx’ es menor que la de varios de sus primitivos primos de tierra firme.

Si es que todos eran de tierra firme. “Si ‘archaeopteryx’ tenía las capacidades neurológicas requeridas para el vuelo”, concluye Balanoff, también las tenían –al menos— otros dinosaurios manirraptores, y esto concuerda con otras evidencias recientes de que ‘archaeopteryx’ y su familia no eran únicos entre los dinosaurios con la capacidad de volar.

¿Es un dinosaurio? ¿Es un pájaro? La mejor respuesta parece ser: qué más da.

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