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Las cárceles son los nuevos psiquiátricos de EE UU

Según datos federales, habría un total de 2,1 millones de plazas anuales reservadas para reclusos con problemas mentales. El gasto que conlleva es de 9.000 millones de dólares al año

Carolina García
Una celda de una cárcel de Estados Unidos.
Una celda de una cárcel de Estados Unidos.REUTERS

Tras el cierre de cientos de psiquiátricos en Estados Unidos en la década de los setenta, medida que comenzó bajo la presidencia de Jimmy Carter y que se justificó por la falta de presupuesto, las cárceles pasaron a ocupar su lugar. Aquella situación dejó a muchos de los pacientes abandonados, deambulando por las calles de las ciudades, sin casa, sin tratamiento y sin empleo, convirtiéndoles en diana fácil para terminar en prisión, habida cuenta que su medio de supervivencia se desarrollaba en el entorno de la pobreza, del consumo de drogas y de la delincuencia. Según datos federales, habría un total de 2,1 millones de plazas reservadas anualmente para reclusos con problemas mentales en las prisiones estadounidenses pero "el número aumenta si se cuentan cárceles estatales y federales", informa NPR.

Los tres Estados que tienen las cárceles más grandes del país, que incluyen Illinois, California y Nueva York, son también los que tienen el mayor número de instituciones y servicios para tratar las enfermedades mentales, según informa The Wall Street Journal. “Exactamente,las tres representan el 28% del total de los ingresos de reclusos de Estados Unidos”, según explica en su página Web, la Asociación Nacional de Salud Mental.

Las cárceles definen la enfermedad mental por el hecho de que un prisionero requiera medicación por presentar problemas que “pueden variar, desde la depresión hasta el padecimiento de esquizofrenia -alteración grave de la percepción y descripción de la realidad- o trastorno bipolar, también conocido como enfermedad maníaco-depresiva y que se caracteriza por experimentar cambios de ánimo inusuales, según lo define los Institutos Nacionales de Salud (NIH)”. Pero en la misma categoría también se incluye a aquellos reclusos con problemas de comportamiento, tanto consigo mismos como con los demás.

Según un estudio elaborado por The Wall Street Journal en los 50 Estados que conforman la nación, de los 22 de ellos que proporcionaron respuestas detalladas sobre el número de reclusos con alguna enfermedad mental, el ratio de estos pacientes varió de uno de cada 10 a uno de cada dos. Los 23 Estados que se implicaron en la investigación representan el 55% de la población carcelera total de EE UU. Para los expertos, es un problema social en ebullición y muy costoso. “Se estima que el cuidado de estos enfermos acarrea un gasto de 9.000 millones de dólares al año”, según la Alianza Nacional de Enfermedades Mentales, uno de los grupos líderes en investigación de EE UU.

Aproximadamente, el 5% de la población total estadounidense padece alguna enfermedad mental grave, según un informe elaborado por el Departamento de Salud.

Mientras que en algunos Estados, el número de reclusos ha disminuido en los últimos años, no ha sido así con el número de los que padecen algún problema psiquiátrico: estos han aumentado. Por ejemplo, en la ciudad de Nueva York, la población reclusa ha bajado de 13.576 a 11,500, mientras que el número de internos con trastornos mentales ha pasado de 3.319 a 4.300, según informa un portavoz del Comisionado de Prisiones de la ciudad a AP.

Aunque el problema no se refiere solo a aquellos que están internos entre rejas, sino también a aquellos que habiendo cumplido su condena, salen de nuevo a las calles, sin casa, sin empleo y sin nadie que les proporcione tratamiento. “Un círculo vicioso que requiere más atención por parte del Gobierno”, solicita la cadena de radio NPR.

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Sobre la firma

Carolina García
La coordinadora y redactora de Mamas & Papas está especializada en temas de crianza, salud y psicología, y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es autora de 'Más amor y menos química' (Aguilar) y 'Sesenta y tantos' (Ediciones CEAC). Es licenciada en Psicología, Máster en Psicooncología y Máster en Periodismo de EL PAÍS.

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