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“La cocina es el descubrimiento del propio cuerpo”

La creadora de la Cuina Furtiva da cenas en lugares privados y secretos

Martín se recicló en cocinera tras 20 años de periodista.
Martín se recicló en cocinera tras 20 años de periodista.josé jordán

Sus platos no se sirven en un restaurante ni se cocinan por encargo. Sus comensales nunca saben dónde, qué y con quién comerán. Una reunión de desconocidos, convocados vía e-mail por las propias cocineras, que empiezan a conocerse a través de la degustación de los alimentos es la propuesta de activismo gastronómico con el nombre de la Cuina Furtiva. En torno a una única mesa siempre en escenarios domésticos, Mariví Martín, junto con dos amigas, ofrecen desde lo femenino estos encuentros de gastronomía participativa para promover la alimentación no como pura fisiología, sino como portadora de significados y constructora de discursos.

“La cocina es el descubrimiento del propio cuerpo. Para aguantar una sesión de nueve horas, las relaciones de peso y fuerza en tu cuerpo son muy diferentes a trabajar solo con el ratón del ordenador”, asegura Mariví. Tras 20 años de periodista y trabajadora cultural, en 2011, al terminar como directora artística del extinto festival de teatro contemporáneo VEO de Valencia, decidió vivir un año sabático para pensar qué haría el resto de su vida. Movida por conectar a las personas, buscaba un proyecto que permitiera utilizar los 10 dedos de las manos en una labor de experimentación y resistencia que acercara el placer a la gente. Todo eso lo encontró en la comida.

En los fogones de su propia casa — “su restaurante clandestino”—, coció su fórmula de partida pidiéndole a un amigo que trajera a seis personas que ella no conociera sin decirles adónde iban. “No pensaba en crear el mejor plato posible, sino el mejor momento para los comensales”, explica. A modo de experiencia piloto sin retribución, la idea de relacionar a la gente a partir de una comida funcionó, y a la iniciativa se unieron Sonia Martínez, procedente de las Bellas Artes, y Rosa Bataller, del mundo administrativo.

“Sin redes sociales, nuestra política de comunicación es la de ser invisibles, y así nos han conocido. El que viene se lo dice a otros, y el que quiere venir tiene que averiguarlo”, explica. Organizadas en cenas para 16 cubiertos, las ediciones de los tres menús diseñados en 2013 han convocado a 500 personas en torno a la gastronomía entendida como “un acto político”, donde se departe sobre industria alimentaria, la relación entre humanos y animales en la ciudad y la reflexión sobre la sociedad actual introduciendo la necesidad de jugar y negociar por la comida.

En la cafetería más pequeña de Valencia, con solo dos mesas en su interior, Mariví, vecina de Ruzafa de 43 años, acude a la cita cargada con habas tiernas de la huerta de Alboraya compradas en el mercado municipal de su barrio, para preparar una de sus cenas furtivas. “Hay que difundir las semillas de lo autóctono. Esa maravilla de un restaurante que te cobra 200 euros porque su plato presenta una flor de Tailandia traída en jet no es nuestra cocina”, sostiene.

Siguiendo la semiótica culinaria de la americana Martha Rosler como recetario principal, Mariví defiende la cocina como un espacio de creatividad y ternura, alejada de la competitividad de los concursos televisivos. Con una filosofía que asegura cambiar la forma de relacionar a las personas, la Cuina Furtiva afronta el nuevo año con el ánimo de profesionalizar su línea de trabajo en forma de catering creativo.

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