_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La ideología del esfuerzo

El concepto, pilar de la reforma educativa, “es una invención: un encuadre interesado del esfuerzo”

La Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), recientemente aprobada por el Parlamento con los votos favorables del Partido Popular, es la expresión de una ideología: la ideología del esfuerzo. No es verdad, por tanto, que la reforma del sistema educativo impulsada por esa ley esté basada en evidencias. Ahora bien, ¿en qué consiste esta ideología?

El esfuerzo es una idea que todos podemos llegar a compartir, no en vano forma parte de una cultura que ha hecho del trabajo un modo de realización personal. La ideología del esfuerzo es otra cosa. La ideología del esfuerzo es una invención: un encuadre interesado del esfuerzo. Un producto de algunos de los mejores laboratorios de ideas del mundo destinado a cambiar la mentalidad de la ciudadanía para hacer tolerable la creciente desigualdad social aprovechando el arraigo de la idea de esfuerzo en nuestra cultura.

Esta ideología convierte la idea del esfuerzo en el bálsamo de Fierabras que cura todos nuestros males. El principio general sobre el que se ha construido no es difícil de formular: si todos nos esforzamos lo suficiente y aprovechamos nuestro talento nuestras vidas mejoran. Este principio es, para los ideólogos del esfuerzo, una verdad evidente de carácter universal sobre la que debería organizarse cualquier sociedad.

La ideología del esfuerzo forma parte de la contrarrevolución que Ronald Reagan y Margaret Thatcher pusieron en marcha en la década de los ochenta, y que José María Aznar trasladó a España. Este movimiento reaccionario se forjó durante décadas gracias a la colaboración de muchas personas e instituciones y a la fusión de tres componentes: 1) un marco ideológico surgido de una combinación de doctrinas, 2) un conjunto bien ordenado de iniciativas estratégicas incorporadas a los programas de gobierno de la derecha y 3) una utilización muy eficaz de las nuevas técnicas de marketing político (storytelling) unidas a las tradicionales técnicas de adoctrinamiento utilizadas por la iglesia (argumentarios).

Esta contrarrevolución tiene, como no podía ser menos, su propia utopía: un edén de pleno empleo, crecimiento sin límites e inflación cero, todo ello gracias al funcionamiento sin interferencias del mercado. El paraíso soñado de la ideología del esfuerzo se encuentra, según Mildton Friedman, en la Gran Bretaña del siglo XIX, donde, tras la derogación de las Leyes de Cereales, se inició un período de unos 75 años de duración que acabó tras el estallido de la Primera Guerra Mundial. Durante este período, descrito magistralmente por Dickens, el crecimiento económico fue rápido, aunque se crearon grandes círculos de pobreza y miseria, a la vez que se reducía enormemente el gasto público. El paraíso para los afortunados y el infierno para los desagraciados: un orden social en el que los ganadores se quedan con todo.

Esta utopía reaccionaria dispone de una base doctrinal y de una formula de gobierno. La combinación de conceptos heredados del pensamiento conservador (tradición, autoridad, jerarquía, derecho natural, merito) con otros heredados del pensamiento liberal (libertad, esfuerzo, competencia, interés, utilidad) en un relato moral basado en un concepción meritocrática de la justicia (a cada cual lo suyo) y en la confianza de los mercados como mecanismo de creación y distribución de riqueza conforman la base doctrinal de la ideología del esfuerzo. También dispone de una fórmula de gobierno muy sencilla basada en cuatro iniciativas estratégicas: desregulación de la economía, liberalización del comercio y la industria, privatización y mercantilización de los servicios públicos, alivio fiscal (reducción de impuestos para las mayores rentas)

Esta contrarrevolución tiene sus héroes (los emprendedores) y sus villanos (los funcionarios). Tienen sus territorios conquistados (Chile, Argentina, Rusia, Polonia) y sus territorios asediados (Europa y Estados Unidos). Esta contrarrevolución no ignora a los más desfavorecidos pero su formula para ayudarles es muy distinta a todas las anteriores: si de verdad quiere ayudar a los pobres, hágase rico, porque cuanto más rico sea usted menos pobres serán ellos.

Esta particular visión del modo en que los ricos pueden mejorar las condiciones de vida de los pobres se conoce como la teoría del derrame o teoría del goteo o “trickle down effect”. El principio esencial de este teoría fue formulado por Robert Nozick de esta forma: "A cada quien de acuerdo con lo que beneficia a los otros que tienen los recursos para beneficiar a aquellos que los benefician." (Nozick, 1991). De acuerdo con este principio para que los pobres mejoren sus condiciones de vida es necesario que los ricos aumenten sus riquezas para que puedan invertir y facilitar el crecimiento económico. Esta teoría se opone a la redistribución de la riqueza mediante cualquier sistema impositivo.

Como no podía ser menos esta contrarrevolución tiene un enemigo por excelencia: el consenso socialdemócrata. Una visión de la sociedad que, desde el final de la segunda guerra mundial, se hizo hegemónica y que, como tal, se había convertido en el sentido común mayoritario en toda Europa. Esta visión se basa en la combinación del Estado y el Mercado como dispositivos que permiten una distribución justa de los bienes y de los riesgos en cada una de las esferas de la sociedad. En este reparto de funciones, el Estado actuaría como agente de redistribución de la riqueza necesaria para garantizar unas condiciones de vida dignas para toda la ciudadanía, mientras que el Mercado actuaría como agente distribuidor del resto de la riqueza.

La ideología del esfuerzo es el caballo de Troya utilizado por las elites económicas, sociales y políticas en su rebelión contra cualquier forma de Estado o de gobierno comprometida con el bienestar de las personas. Una reacción frente a la hegemonía de la cultura de los derechos que, a su juicio, es la ideología de los perdedores. Las preguntas que los ideólogos del esfuerzo invitan a que todo el mundo se haga son las siguientes: ¿por qué conformarse con tener unos derechos garantizados cuando se puede tener todo?, ¿por qué renunciar a estar entre los ganadores y conformarse sólo con satisfacer las necesidades más elementales?, ¿por qué hay personas que se niegan a competir con otros cuando podrían ganar mucho más de lo que logran si sólo se limitan a cooperar?, ¿por qué debemos vivir en una sociedad protegida por el Estado, cuando podemos vivir en una sociedad libre y abierta al riesgo en la que es posible lograr cualquier cosa que uno desee si está dispuesto a perseverar en el esfuerzo?

 José Moya Otero es profesor titular del Departamento de Educación de la ULPG. Director General de Formación Profesional y Educación de Adultos del Gobierno de Canarias.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_