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El Gobierno dará sus becas Erasmus a los alumnos excelentes

Educación exigirá mejores notas y un mayor nivel de idioma extranjero a 10.000 universitarios La ayuda será de 350 euros al mes

Elisa Silió
Estudiantes en un aula de la Universidad Complutense.
Estudiantes en un aula de la Universidad Complutense. Santi Burgos (EL PAÍS)

Las famosas becas Erasmus para estudiar en universidades europeas serán en España a partir del próximo curso dos becas distintas bajo el mismo nombre. Los alumnos con mejores notas y un alto dominio del idioma del país de destino recibirán 350 euros mensuales. Los que tengan un expediente más pobre y menos nivel en la lengua extranjera, solo 250. El Gobierno —que antes hacía caja única con el dinero que llegaba de Bruselas y la partida propia y repartía por igual— costeará ahora las 10.000 erasmusde excelencia y las 30.000 menos cuantiosas saldrán de los fondos de la Comisión.

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El ministerio, que anunció la semana pasada que las becas serían por medio curso —antes eran por el año entero— ha precisado que si el estudiante encuentra cómo pagarse la otra mitad podrá continuar. Precisamente, la principal crítica a las Erasmus en su inicio fue su escasa dotación, que desde 2006 se había elevado para permitir que los más humildes también viajaran.

Para conseguir la beca Erasmus del ministerio habrá que tener un gran expediente (no se señala qué nota) y demostrar que se dispone de un nivel B2 (intermedio-alto) de conocimiento de la lengua en la que se van a recibir las clases. Pocos alumnos tienen ese nivel, que no se exige ni para graduarse en la Universidad. Fuentes universitarias muestran su preocupación sobre cómo se van a baremar los méritos académicos, porque no cuesta lo mismo un sobresaliente en una universidad u otra.

Polémico es también el reparto de las becas, equitativo entre las cinco áreas de conocimiento, porque beneficia mucho a los estudiantes de Matemáticas, Física o Química, la rama de Ciencias, que con solo un 5,9% del total del alumnado se hará con el 20% de las becas, como todos los demás. Casi la mitad de los alumnos están en Ciencias Sociales (47,7%), y le siguen Ingenierías y Arquitectura (21,7%), Arte y Humanidades (10,3%) y Ciencias de la Salud (14,4%). “En Santiago de Compostela más del 70% son de Ciencias de la Salud y Sociales. Habrá que intentar que se compense eso”, piensa el rector de esa universidad, Juan Casares.

Para el rector, casi el mayor aliciente para irse fuera es el aprendizaje de idiomas. Con el nivel B2 (el Firts Certificate) que ahora se exige para las becas más cuantiosas “uno puede comunicarse cara a cara de manera eficaz; seguir las noticias, escribir ensayos, informes y cartas, o leer todo tipo de textos”, explica Xavier Ballesteros, de la Universidad de Cambridge. “Casi ningún universitario tiene ese nivel en inglés, pero posiblemente sean muchos en poco tiempo porque sí lo tienen los alumnos de las primeras promociones de colegios bilingües públicos”.

En los convenios bilaterales algunas universidades extranjeras obligaban ya a que los erasmus tuviesen ese B2 para garantizar que iban a ser capaces de seguir las clases, pero Europa recomendaba tener al menos el B1. “No se debería equiparar el expediente con los idiomas, porque el italiano o el alemán no son habituales y no es fácil tener ese B2. Y si lo que pretenden es llegar a mucha gente...”, se plantea Casares, quien reconoce que “el nivel de exigencia en idiomas es muy distinto en cada universidad”.

En noviembre, María Rosa Sánchez, Marieta, aprobó el nivel intermedio alto de inglés en las pruebas diseñadas por Cambridge para la Universidad de Málaga con idea de irse a Polonia. Exigen un B2 para irse a países con clases en inglés (como en Europa del Este o Grecia), pero un nivel más bajo para italiano, francés o alemán. “Casi todo el mundo suspendió. Un B2 no te lo sacas de la manga en un momento”, recuerda. Marieta ha aprendido inglés con dos becas del ministerio. La primera, de inmersión lingüística en el extranjero con la que estuvo en Inglaterra hace cuatro años. “Para salir al extranjero ya no hay”. Ahora se puede estudiar inglés, pero en España —el ministro José Ignacio Wert afirmó que no hacía falta hacer “turismo lingüístico en Australia o Nueva Zelanda”—. Marieta tuvo su segunda beca, de una semana, en Barcelona. “Luego he estudiado muchas horas por mi cuenta para conseguir el B2. Yo no me puedo gastar 500 euros al año en aprender un idioma”. Formarse es costoso, hasta en el sistema público. En la Escuela de Idiomas de Madrid, por ejemplo, se pagaban hace cinco años 72 euros de matrícula anual, y ya va por 269.

“Tengo dos amigos que pensaban ir a Francia e Italia y solo tienen un nivel bajo. ¿Y ahora qué? Si quieren cambiar las condiciones, que las cambien, pero no ahora cuando quedan dos semanas para que empecemos a pedir destino. Los trámites llevan mucho tiempo, no se improvisan”, se indigna Marieta.

Pero el ministerio acaba de hacer un último cambio en las Erasmus. Ahora son dos tipos, de cuantía y requisitos distintos, bajo el mismo nombre. “Vamos de sorpresa en sorpresa, nos enteramos en las ruedas de prensa de los cambios, estuvimos reunidos la semana pasada con el ministerio y no nos dijeron nada”, dice Casares.

¿Y por qué se llaman Erasmus si son distintas? “Conviene que parezcan la misma y se llamen igual porque de los alumnos erasmus que haya este año va a depender lo que nos dé Bruselas para el siguiente curso”, sugiere Casares. Porque la cuantía que envía la Comisión está en función del número de becados anteriores. Casares, que preside la comisión de internacionalización de los rectores, muestra su perplejidad:

 

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Sobre la firma

Elisa Silió
Es redactora especializada en educación desde 2013, y en los últimos tiempos se ha centrado en temas universitarios. Antes dedicó su tiempo a la información cultural en Babelia, con foco especial en la literatura infantil.

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