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La prohibición de fumar reduce nacimientos prematuros y asma infantil

Es la conclusión de un metaanálisis de 11 estudios realizados en Estados Unidos y Europa Los partos prematuros y los ingresos por asma en niños se reducen un 10% en solo un año

Elena G. Sevillano
Unidad de Neonatología del Hospital de La Paz de Madrid.
Unidad de Neonatología del Hospital de La Paz de Madrid.Gorka Lejarcegi

Existe ya mucha evidencia acerca de los efectos sobre la salud de los adultos, tanto fumadores como fumadores pasivos, de las leyes antitabaco. Sin embargo, no había tanta sobre la salud infantil. Las normativas que prohíben fumar en lugares públicos han demostrado en distintos estudios científicos que reducen los problemas cardíacos y respiratorios de los adultos al protegerles de la exposición al humo. Pero, ¿qué ocurre con los niños? La revista The Lancet publicó ayer una investigación que concluye que el número de partos prematuros y de ingresos hospitalarios por asma se han reducido en un 10% en los países que han introducido prohibiciones. El artículo es un metaanálisis (revisión sistemática) de 11 estudios realizados en Estados Unidos, Canadá y Europa.

Los resultados del análisis, que tuvo en cuenta 2,5 millones de nacimientos y cerca de 250.000 episodios de agravamiento del asma, muestran que esa reducción del 10% se produjo en apenas un año desde la entrada en vigor de las leyes restrictivas. “La legislación antitabaco se asocia con reducciones sustanciales en nacimientos prematuros y en ingresos hospitalarios por crisis asmáticas. Junto con los beneficios para la salud en adultos, este estudio respalda las recomendaciones de la OMS para crear entornos libres de humo”, concluyen los autores, de la Universidad de Maastricht, en Holanda, y de otros centros en Reino Unido, Bélgica y Estados Unidos.

En adultos, menos infartos e ictus

E. G. S.

Los estudios que analizan el impacto de las leyes antitabaco y sus consecuencias para la salud han ido aumentando estos últimos años a medida que los países aprueban legislaciones que prohíben fumar en lugares públicos. Las conclusiones a las que llegan, ya estudien cardiopatías, asma o ictus, coinciden en señalar que estas normativas benefician la salud de los ciudadanos y ahorran gasto sanitario. Hay multitud de ejemplos, como el de un trabajo publicado en Circulation en 2007, que comparaba los accidentes coronarios graves (infartos, por ejemplo) en Italia, antes y después de su ley antitabaco, que entró en vigor en enero de 2005. Mostró reducciones de hasta el 11% según el grupo de edad.

Otro estudio, publicado en Clinical Cardiology en 2012, siguió el caso de Irlanda, que en marzo de 2004 prohibió fumar en los lugares de trabajo. Solo en el año posterior, la reducción de ingresos hospitalarios por síndromes coronarios agudos fue del 12%. También se han publicado revisiones de una treintena de legislaciones antitabaco, como la que publicó Circulation en 2012: tras el cambio en las leyes, los ingresos por infarto de miocardio se redujeron un 15% y un 16% las hospitalizaciones por ictus, y un 24% los problemas respiratorios como asma o infecciones pulmonares.

El Ministerio de Sanidad español elaboró el año pasado un informe para comprobar si las leyes antitabaco —de 2005 y la modificación de 2010— habían supuesto una reducción de las enfermedades cardiovasculares y el asma. De media, los datos mostraron descensos del 40% en cardiopatía isquémica (problemas de corazón por falta de riego), 18% en infartos y 20% en asma. Las hospitalizaciones por infarto, por ejemplo, cayeron entre hombres mayores de 24 años entre 2005 y 2011 de una tasa de 248 por 100.000 habitantes a 213,4 (el 13,9%); en mujeres pasó de 104,4 a 81,4 (22%). Sanidad usó datos de ingresos hospitalarios en todos los centros sanitarios.

“Esta investigación ha demostrado el enorme potencial que la legislación antitabaco ofrece para reducir los nacimientos prematuros y los ataques de asma en niños”, señala uno de los autores del estudio, Aziz Sheikh, del hospital Brigham and Women’s, en Boston (Estados Unidos). “Tras conocerse estos resultados, los muchos países que aún no han aprobado este tipo de leyes deberían reconsiderar su postura en esta cuestión clave de política sanitaria”, añade.

Se estima que el tabaco mata a 5,7 millones de personas al año, según recuerdan los firmantes del artículo. Actualmente, solo el 16% de la población mundial está protegida por leyes antitabaco, y el 40% de los niños están expuestos con regularidad al humo como fumadores pasivos. La mayoría de los estudios se habían fijado en el efecto de la legislación antitabaco en los adultos, pero los niños suponen más de una cuarta parte de todas las muertes, y más de la mitad de los años de vida saludable que se pierden por culpa de la exposición al humo, señala el trabajo.

Los niños, añaden, son especialmente vulnerables a los efectos del humo porque sus pulmones y su sistema inmunitario aún están desarrollándose. “El tabaquismo, incluso el pasivo, influye en la maduración del aparato respiratorio”, explica Alfonso Delgado, expresidente de la Asociación Española de Pediatría. Antonio Nieto, jefe de Neumología y alergia infantil del hospital de La Fe (Valencia), añade: “Hay mucha evidencia acumulada que demuestra que la exposición al humo del tabaco durante el embarazo produce alteraciones en los niños recién nacidos, como bajo peso al nacer o parto prematuro. También otros efectos realmente nocivos: más asma, más infecciones respiratorias, más otitis...”.

En un comentario que acompaña a la publicación del artículo, otros dos expertos de la Universidad de California en San Francisco (Estados Unidos) ponen el acento en el ahorro que supondrían para los sistemas de salud las leyes antitabaco. Destacan que con una reducción de hospitalizaciones por asma de un 10% el ahorro conjunto en Estados Unidos y Europa sería de algo más de 5.000 millones de euros anuales.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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