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Una peruana recibe el premio Goldman por su defensa del medio ambiente

La dirigente asháninka Ruth Buendía se encuentra este año entre los seis activistas premiados por la Fundación Goldman

Ruth Buendía en Lima, en vísperas de recibir el premio Goldman junto a otros cinco activistas y defensores del medio ambiente.
Ruth Buendía en Lima, en vísperas de recibir el premio Goldman junto a otros cinco activistas y defensores del medio ambiente.Central Ashaninka del Río Ene

Cuando la presidenta de la Central Ashaninka del Río Ene (CARE), Ruth Buendía, fue reconocida como una de los 100 ciudadanos del 2012 por EL PAÍS, estudiaba Derecho y había logrado contener las mayores amenazas al territorio de la Reserva Comunal Asháninka, un área de 184.000 hectáreas protegida por el Estado pero en la que el mismo Estado había autorizado concesiones para dos hidroeléctricas y exploración petrolera. Hoy los problemas son otros, pero por aquel trabajo recibe en San Francisco el premio Goldman, que anualmente reconoce a seis luchadores ambientalistas.

El galardón, dotado con 150.000 dólares, se entrega desde hace 25 años: una de las personalidades más conocidas distinguidas anteriormente es la brasileña Marina Silva, quien lo obtuvo en 1996 por su lucha contra la deforestación en su país.

Buendía, en entrevista con EL PAÍS antes de viajar a Estados Unidos, comenta que tuvo que dejar los estudios porque no es fácil ser madre de cinco hijos, representante de un pueblo indígena, y universitaria: “Es un reto para mí estudiar. Ya está grandecito mi bebe, va a tener dos años, y voy a seguir estudiando”.

La organización que Buendía lidera desde 2006 vela por los intereses de una de las etnias más golpeadas por el grupo terrorista Sendero Luminoso, en particular a inicios de los años noventa. Los ashaninka sufrieron desplazamiento forzado, violencia sexual y esclavitud. Los subversivos los denominaban “masa” y –según las investigaciones de la Comisión de la Verdad– destinaban recursos ínfimos para su alimentación y vivienda, por lo que la mortandad y desnutrición en los campamentos era muy elevada.

Pero, tras fin de esa ola de violencia, y desaparecida la posibilidad de ser nuevamente desplazados de sus tierras por la construcción de centrales hidroeléctricas, los asháninka enfrentan una larga lista de problemas. El prioritario para Buendía es la educación.

“Es el mayor problema. No contamos con profesores bilingües capacitados, o no quieren venir a dictar porque es muy lejos. En la localidad de Boca Anapate el profesor se ha ido hace dos semanas, por eso en la página web y el Facebook de CARE estamos invitando a profesores voluntarios”, explica.

El llamado a dos profesores voluntarios, a los que les ofrecen un apoyo mensual de 350 dólares, alimentación, hospedaje y mucha seguridad, precisa que no hay servicios básicos de electricidad, agua potable y desagüe, pero en el cercano río Anapate “uno se puede bañar y lavar ropa”.

Buendía refiere que se han dado cuenta de la baja calidad educativa de los estudiantes ashaninka por dos vías: "Cuando los chicos que han tenido aquí un promedio de calificaciones de 12 logran la Beca 18 para estudiar en la Universidad en Lima, no rinden una vez que llegan allá. Entonces tienen que regresar a la comunidad”.

La otra evidencia es el resultado del Programa de Evaluación de Logros en Aprendizaje, un estudio nacional del ministerio de Educación, en el que los niños de los colegios de la cuenca del río Ene figuran con los niveles más bajos en comprensión lectora y otros indicadores. La líder cree que para que en la segunda evaluación los resultados nacionales sean mejores, no incluyeron en la muestra a escuelas de esa cuenca: "Es triste", añade.

La líder de la CARE también dialoga con representantes de los Gobiernos regional de Junín y el central en Lima porque “hay presupuesto pero los profesores no quieren ir a enseñar porque no les gusta la zona, no tienen servicios básicos, y ahora que ha habido un aumento en el pago a los profesores, será solo para los nombrados. La lucha de la CARE es el incremento al contratado. En el Ene solo hay seis nombrados y 118 contratados”, explica.

Ruth Buendía refiere que ha habido un incremento de tuberculosis entre la población: “Por eso estamos conversando con el Ejecutivo, porque es necesario que los puestos de salud estén equipados y haya combustible para los botes de emergencia”.

Y por si no quedaran suficiente temas por resolver, algunas comunidades asháninka aún están intimidadas por las actividades del narcotráfico. “Hay siembra de hoja de coca, terrorismo, aterrizaje de avionetas de narcotraficantes que se hacen aeropuertos en las playas de los ríos, esos son los grandes problemas que estamos viviendo en la cuenca del Ene, aunque la lucha contra el narcotráfico es función del Estado. Pedimos que den prioridad a la educación: queremos una educación muy pertinente para nuestra niñez, para que sean competitivos en la universidad y en la Beca 18 que da el Estado”, exige la nueva ganadora del premio de la fundación Golden. Buendía está optimista porque la asociación Kemito Ene -formada por ashaninkas productores de cacao, con apoyo de la CARE- podría convertirse en el futuro en la primera cooperativa formada por miembros de esa etnia.

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