_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Europa nos espera, todavía

Los alumnos de las Enseñanzas Artísticas Superiores han quedado fuera del campo de juego europeo

Europa es una oportunidad, no un obstáculo. Europa será en el futuro nuestro nuevo país, nuestro centro de estudio, nuestro ámbito de trabajo. Tras largos siglos de conformación de fuertes identidades nacionales y de historias con frecuencia divergentes, ha de pasar aún cierto tiempo para que los europeos asumamos con naturalidad esa condición común. Pero no hay otro escenario, son las reglas de una tendencia que no nos amedrenta: los españoles hemos demostrado capacidad para exportar nuestra brillante creatividad, nuestra capacidad de trabajo y liderazgo.

Para que todo lo anterior arraigue deben esbozarse herramientas y métodos de convergencia entre las diversidades nacionales, en una responsabilidad que comparten los Estados, el Parlamento Europeo y la Comisión. En el ámbito de la educación superior, fue la Declaración de Bolonia (1999) la que abordó la tarea de acercamiento entre las instituciones educativas (universidades) europeas, estableciendo un camino que ha ido consolidándose con documentos posteriores y, sobre todo, con acciones legislativas en los países que la firmaron. Para el discurso que nos ocupa, citaremos uno de los principios generales de dicha Declaración: “Promoción de la movilidad, eliminando los obstáculos para el ejercicio efectivo de libre intercambio, prestando una atención particular al acceso a oportunidades de estudio y formación y servicios relacionados, para los alumnos”. Este objetivo parece haberse logrado con razonable éxito, y no hay mejor ejemplo que las estancias ERASMUS, que se han consolidado como una práctica habitual para los estudiantes universitarios europeos.

Sin embargo, hay un grupo de estudiantes que se ha quedado fuera de este proceso, un grupo al que se ha condenado a no ser europeo; una comunidad que ha permanecido desde siempre ajena al ámbito universitario y, como consecuencia, apartado de este proceso imparable y ampliamente beneficioso. Se trata de las desconocidas Enseñanzas Artísticas Superiores: la Música, la Danza, el Arte Dramático, la Conservación, el Diseño… disciplinas esenciales para el desenvolvimiento cultural de un país y de una Europa que necesita de la creatividad artística, también la española. Las artes no son universitarias, su alumnado carece de los derechos del universitario; su profesorado, su legislación o sus títulos tienen un estatus “especial” y “equivalente”. ¿Por qué?, la explicación es muy sencilla: ningún Gobierno democrático ha querido abordar el proceso de integración de las enseñanzas artísticas en la universidad (con excepción de las Bellas Artes, claro), pese a tratarse de una reivindicación histórica por parte de los involucrados. Por tanto, y pese a ser considerados como enseñanzas superiores, la legislación regulatoria no es la universitaria sino aquella que reglamenta al resto de enseñanzas (la recién aprobada LOMCE y con anterioridad LOE y LOGSE, entre otras).

Y, como consecuencia, alumnos y profesores han quedado fuera de Europa: la imposibilidad de impartir doctorado, la ausencia de un proceso de acreditación, la falta del Suplemento Europeo al Título, expulsan al alumnado del campo de juego europeo, cercenando y limitando sus oportunidades de movilidad, tanto en su época estudiantil como en su desarrollo profesional, puesto que sus títulos tendrán graves dificultades de homologación. No es el interés de este escrito, pero el grado de abandono de estos estudios, las oportunidades robadas a su alumnado y profesorado, a las instituciones mismas, llenarían largas páginas de tristes pero certeras lamentaciones y agravios. La situación es de tal gravedad, sin embargo, que pone en riesgo la supervivencia de unos centros públicos con largas trayectorias y prestigio merecido.

Ante esta situación, y con el detonante de unas sentencias del Tribunal Supremo que impedía a los centros otorgar el título de “graduado/a”, alumnos, profesores, centros, asociaciones profesionales y sindicatos, unidos en la Plataforma por la Integración de las Enseñanzas Artísticas en la Universidad, intentamos establecer canales de comunicación con el Ministerio de Educación, que finalmente aceptó incluir en la LOMCE la posibilidad de adscribir aquellos centros que lo deseasen a sus universidades de referencia. Era una solución parcial y por tanto indeseada, pero significaba un notable paso adelante. Salvado ese escollo encontramos uno nuevo, ingenuamente inesperado: la negativa de los consejeros autonómicos de educación a firmar unos convenios de adscripción sobre la que detentan la competencia. Y ahora sí, hemos encontrado una negativa absoluta, por razones no justificadas y por tanto imposibles de explicar al lector. Para que se nos entienda, la adscripción no cambia el régimen laboral del profesorado, pero da legitimidad a la titulación que recibe el alumnado. No hay por tanto una solicitud de carácter financiero ni una propuesta de mejora del estatus sociolaboral del profesorado.

Ya sea a nivel estatal o autonómico, parece que la única coincidencia de la totalidad de gobiernos ha sido su negativa a resolver el problema de las enseñanzas artísticas. Más que extraño, resulta grave comprobar las consecuencias de esta obstinación política: la regulación española dificulta, restringe oportunidades y derechos a esta comunidad, impide la movilidad laboral y estudiantil, en un proceso inverso al abordado por el resto de países europeos.

Ante la próxima cita electoral, los partidos políticos tienen una nueva oportunidad para resolver definitivamente un problema enquistado. Desde la Plataforma solicitamos que se haga efectivo un acuerdo nacional entre los diferentes partidos, que permita subsanar los errores cometidos por las diferentes administraciones hasta la fecha. Si persiste la situación discriminatoria que padecen los estudiantes de las disciplinas artísticas españolas por el incumplimiento del tratado de Bolonia, nos veremos obligados a denunciar esta circunstancia ante las instituciones europeas. Queremos confiar, una vez más, en la capacidad de gestión de nuestros representantes políticos y en su altura de miras para saber vislumbrar que nos encontramos ante una problemática histórica que está en sus manos solucionar.

Europa nos espera, pero también nos necesita; espera y necesita la creatividad de los artistas españoles, de sus científicos, de sus trabajadores. Por nuestra parte estamos no sólo dispuestos sino también preparados para asumir ese reto. Europa nos espera todavía, solo necesitamos que nuestros representantes políticos den un paso al frente y establezcan el marco que nos permita ser europeos de pleno derecho. Cada día que pasa es una oportunidad perdida: no malgastemos un solo día para hacer saber “que el sur también existe”.

Fernando Carrera Ramírez, Celestino Luna Manso, Lola Moreno Bonilla y Manuel Vieites García son profesores y miembros de la Plataforma por la Integración de las Enseñanzas Artísticas en la Universidad.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_