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Ser sostenible da puntos

Las aplicaciones y juegos que incentivan acciones positivas con el medio ambiente tienen partidarios

Thiago Ferrer Morini
Una imagen de la aplicación Torrecicla.
Una imagen de la aplicación Torrecicla.CLAUDIO ÁLVAREZ

Una persona abre una lata de atún, la vacía, y la tira en el cubo de envases lleno. Cierra la bolsa de los envases, sale a la calle y la deposita en el contenedor amarillo. Hasta aquí, todo normal. La novedad es que al terminar la operación, esta persona saca el móvil y registra lo que acaba de hacer en una aplicación. “¡Cinco puntos!”, señala la pantalla. “¡Has desbloqueado un nuevo reto!”. Con una sonrisa, pulsa “Compartir” y su puntuación se refleja en sus cuentas en las redes sociales.

Cada vez hay más aplicaciones informáticas que incentivan, a través de sistemas de puntos y premios, el cambiar nuestros comportamientos para hacerlos más ecológicamente sostenibles. Para la consultora Paula Owen, este tipo de programas responde a la necesidad de universalizar esa clase de actitudes. “Casi siempre intentamos incentivar desde el punto de vista del castigo: mostrando las peores consecuencias de nuestras acciones”, afirma. “Pero hacer que la gente se sienta culpable solo funciona con determinadas personas. Por desgracia, estamos hablando de un problema tan grande que hay quienes se asustan e ignoran la situación”.

Según Owen, el juego puede ser parte de la solución. “El usar un punto de vista positivo nos permite explicar educando”, afirma. “Además, la gente, cuando juega, quiere ser mejor que los demás. Ninguna explicación sobre el medio ambiente que podamos dar incentiva tanto como esto”.

Un ejemplo de como el juego puede ser el motor de un comportamiento sostenible se encuentra en una campaña llevada a cabo en Estocolmo (Suecia) por una firma de automóviles. Un contenedor de reciclaje de vidrio fue diseñado para dar puntos si los envases se introducían de forma adecuada.

Según la campaña, en una tarde un centenar de personas utilizaron el contenedor-juego, mientras que el cubo más cercano solo fue visitado por dos personas.

Esta clase de proyectos son conocidos como ludificación (gamification en inglés). Pero la existencia de una relación entre el juego y el aprendizaje, sobre todo en adultos, debe tomarse con cautela. “El considerar que el juego refuerza automáticamente nuestro comportamiento es una idea que data del siglo pasado”, señala José Luis Linaza, profesor de Psicología del Desarrollo en la Universidad Autónoma de Madrid. “Pero un juego no se puede definir desde fuera. Quien decide que algo es un juego es el propio jugador. Se trata de una actitud hacia la realidad”, apunta.

En Torrelodones (Madrid), desde hace algo más de un mes se ha puesto en marcha una aplicación llamada Torrecicla, que da puntos a los ciudadanos que utilicen los contenedores de reciclaje del municipio. “Nosotros procuramos huir del término gamificación”, coincide Javier Pérez, de la consultora Ideinnovación, responsable del diseño del proyecto. “Nosotros no queremos hacer juegos. Lo que hacemos es utilizar componentes de juegos para actividades que no son de juegos”.

El proyecto Torrecicla incluye la geolocalización de todos los contenedores de reciclaje de la localidad, lo que permite ver si, efectivamente, el usuario ha depositado los residuos de forma correcta. “Si alguien dice que ha tirado los envases de vidrio en un sitio donde no hay un contenedor para ellos”, apunta Pérez, “el programa le va a decir, no, es incorrecto”. Pero, insiste, no se trata de castigar al usuario. “Hay que ser positivos con los ciudadanos”. Y señala: “Aun cuando está haciendo trampa, el usuario está interactuando con el sistema. Y estamos mandándole mensajes diciendo cuales son los comportamientos positivos”.

Otro problema es cómo mantener interesado al usuario a largo plazo. “Esto funciona en dos fases: la de enganche y la de progresión”, comenta Pérez. “Al principio se han de poner retos sencillitos que no cuestan mucho trabajo para animar a apuntarse. Cuando se termina, la progresión implica poner retos más complicados.” En todo caso, la información obtenida de los usuarios es esencial. “Todo debe irse definiendo con el tiempo. Una gran parte de lo que hacemos tiene un componente de prueba y error”.

El programa de Torrelodones es aún muy reciente para tener resultados. Santiago Fernández, concejal de Medio Ambiente, es optimista. “Esperamos que sirva para incentivar el reciclaje”, afirma. Aunque puntualiza: “Estas iniciativas nunca pueden ir solas. Todo tiene que formar parte de la política”.

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Sobre la firma

Thiago Ferrer Morini
(São Paulo, 1981) Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Complutense de Madrid. En EL PAÍS desde 2012.

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