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La OMS apuesta por las terapias con sangre de pacientes curados

Los países más afectados por el ébola piden instrucciones sobre cómo usarlas a gran escala

Elena G. Sevillano
Un hombre en cuya camiseta se lee 'El ébola es real' mira hacia un nuevo centro de tratamiento creado en Monrovia (Liberia) este domingo.
Un hombre en cuya camiseta se lee 'El ébola es real' mira hacia un nuevo centro de tratamiento creado en Monrovia (Liberia) este domingo.PASCAL GUYOT (AFP)

El ébola, que ya se ha cobrado 2.909 víctimas en África occidental según el último recuento oficial, no tiene vacuna ni tratamiento específico aprobado para su uso en humanos, salvo el compasivo. De ahí que las autoridades sanitarias, entre ellas la Organización Mundial de la Salud (OMS) trabajen a marchas forzadas para intentar que las terapias experimentales más prometedoras lleguen al mayor número posible de afectados. A la apuesta de la OMS por el tratamiento con sangre de pacientes curados se suma el interés que han mostrado los países más afectados (Guinea, Liberia y Sierra Leona), fundaciones, agencias de salud pública y todo tipo de ONG, que han pedido a esta organización de Naciones Unidas que les diga cómo expandir estas terapias para poder usarlas a gran escala.

¿Es factible impulsar el uso de sangre de pacientes convalecientes (o de uno de sus componentes, el plasma sanguíneo) y extenderlo para intentar reducir el porcentaje de fallecimientos, de un 70,8% en el actual brote? La OMS asegura que trabaja para responder a esa cuestión, y a otras como las estimaciones sobre lo que costaría instalar sobre el terreno, a gran escala, los dispositivos necesarios: personal sanitario, formación de ese personal, cuestiones de seguridad, capacidad de los laboratorios, etc. También deberá determinar qué pacientes tendrán prioridad puesto que en los primeros pasos del despliegue la capacidad será limitada. Y todo ello en el contexto de unos países donde los sistemas sanitarios públicos están colapsados.

Mientras trabaja en dar respuesta a esas cuestiones, la OMS recuerda que las cifras oficiales de afectados y muertos están "ampliamente subestimadas". Nunca desde que existen registros un virus como el ébola (patógenos con nivel de bioseguridad cuatro) "ha infectado a tanta gente tan rápido en un área geográfica tan amplia y durante tanto tiempo", señaló el viernes esta organización.

El pasado 11 de agosto un grupo de expertos reunidos por la OMS llegó a la conclusión de que el uso de fármacos y vacunas experimentales --entre ellos ZMapp, actualmente agotado; o TKM-Ébola-- es "éticamente aceptable" teniendo en cuenta las circunstancias excepcionales de la actual epidemia de ébola. El siguiente paso fue determinar cuáles de esas terapias son las más prometedoras y diseñar una hoja de ruta. Los más de 200 especialistas que participaron en otra reunión a principios de este mes determinaron que había que priorizar las terapias con plasma y sangre de enfermos convalecientes.

El interés es evidente, pero poco se sabe sobre su efectividad. A diferencia de lo que muchos creen, las terapias sanguíneas llevan décadas probándose, aunque a muy pequeña escala. La primera vez que se usó plasma de un enfermo convaleciente para tratar a otro fue en la República Democrática del Congo en 1976 --entonces, Zaire--, durante el primer brote conocido del ébola. Una mujer fue tratada con plasma de otra persona que sobrevivió al virus de Marburgo, una fiebre hemorrágica similar al ébola. Presentó menos sangrado que otros pacientes de ébola, pero murió a los pocos días.

En otro brote de ébola, el de Kikwit, también en la República Democrática del Congo, en 1995, se administró sangre de pacientes curados a ocho enfermos de ébola. Siete de los ocho sobrevivieron. Aquel experimento, sin embargo, no se realizó con un grupo de control, por lo que no se pudo llegar a ninguna conclusión sobre si ese tratamiento fue el que explicó el resultado favorable o si solo contribuyó a él.

Durante el actual brote, las terapias con componentes de la sangre de pacientes convalecientes se han usado varias veces, pero "los casos son todavía demasiado escasos para sacar conclusiones sobre su efectividad", asegura la OMS. A Ken Brantly, el cooperante estadounidense de 33 años que se recuperó de la enfermedad en agosto pasado, no solo le trataron con sangre de un paciente curado mientras aún estaba en Monrovia (Liberia); también le administraron el suero experimental ZMapp y contó, una vez repatriado a Estados Unidos, con el mejor tratamiento de soporte posible, algo que también podría haber contribuido a su recuperación.

Al médico estadounidense Rick Sacra, al que sus médicos del CDC dieron por "libre de virus" el jueves pasado, se le transfundió plasma de Brantly, se le administró otro fármaco experimental, el TKM-Ébola, y, como su compatriota, estuvo ingresado en un hospital con los mejores cuidados. En resumen, es imposible saber qué ha funcionado y en qué medida en los pocos casos de repatriados occidentales que hay hasta la fecha, aseguran expertos como José Ramón Arribas, jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del hospital Carlos III de Madrid.

No hubo tiempo con García Viejo

En su centro estuvieron ingresados tanto Miguel Pajares, al que se suministró ZMapp, como Manuel García Viejo, para el que la terapia con sangre de convalenciente no llegó a tiempo. "Nuestros pacientes han sido con diferencia los más mayores de todos los repatriados occidentales", recuerda el especialista. En el caso de García Viejo, se estudió pedir a Alemania suero de un paciente repatriado desde Sierra Leona que superó la enfermedad. El hombre padecía hepatits B, lo que era un inconveniente.

También se intentó que la religiosa Paciencia Melgar, de la orden de las Misioneras de la Inmaculada Concepción, colaboradora de Miguel Pajares en el hospital de Monrovia (Liberia) en el que trabajaba y que enfermó de ébola a la vez que el misionero, donara su sangre para intentar usarla con García Viejo. La hermana Paciencia no fue repatriada con Pajares, pese a que lo solicitó, y consiguió superar la enfermedad en un hospital de ébola de las afueras de Monrovia. Voló hasta Madrid el jueves pasado por la mañana, pero el religioso falleció por la tarde, sin tiempo para intentar que su sangre de convaleciente le pudiera curar.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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