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¿Una cañita, doctor?

Un vaso de vino en la comida es bueno para la salud. Todo el mundo lo sabe. Pero la cerveza no se queda atrás. En cantidades moderadas, reduce el riesgo cardiovascular, aumenta el colesterol bueno y es antioxidante

La llamada telefónica pilla a Ramón Estruch, doctor del servicio de medicina interna del hospital Clínic de Barcelona, pidiendo una cerveza durante el almuerzo de unas jornadas sobre el aceite de oliva en Santander. Momento oportuno para una entrevista que pretende ahondar en los efectos beneficiosos de esta bebida fermentada de baja graduación alcohólica (entre 4,5 y 7 grados en España), cuya demanda se dispara en verano. La conclusión más documentada por investigaciones y evidencias epidemiológicas es que un consumo moderado (dos bebidas de baja graduación al día para hombres, una para mujeres) reduce el riesgo cardiovascular gracias a la acción conjunta del alcohol y los polifenoles, que son fitoquímicos de origen vegetal (en este caso procedentes, sobre todo, de la cebada y el lúpulo) con propiedades antioxidantes. "Aumenta el HDL [el colesterol bueno], interviene en la oxidación del colesterol malo [evitando que participe en la formación de las placas características de la arteriosclerosis], tiene un efecto antiinflamatorio, mejora el metabolismo de la glucosa [protegiendo frente a la diabetes] e influye en la coagulación: se producen menos coágulos y los que se forman se disuelven más rápido", expone el facultativo.

Tan importante es lo que se bebe como cuándo, cuánto y con qué

La curva de riesgo cardiovascular y alcohol dibuja una especie de J, según explica Estruch: el palito corto serían los abstemios; la curva descendente, los bebedores moderados; el palo largo hacia arriba, los que abusan y ven aumentar el peligro de lesiones hepáticas (como la cirrosis), musculares y cerebrales... Son conclusiones de investigaciones epidemiológicas que se realizan desde hace 15 años y que en un principio levantaron críticas y réplicas del tipo: "Podría ser que las personas que no beben no lo hacen porque no están sanas y por eso presentan peores resultados que las que beben moderadamente". Así que se hicieron más estudios, más ajustados, y "esta curva en J ha persistido", según informa el especialista. Llegados a este punto, su servicio del Clínic quiso saber si todas las bebidas alcohólicas actuaban igual, así que comparó las de menor graduación y con polifenoles -cerveza, vino, cava, sidra- con destiladas blancas como ginebra o vodka (sólo alcohol). Comprobó que el efecto positivo de las primeras era superior al de las segundas.

Todos hemos oído decir alguna vez lo bien que va tomar una copa de vino con la comida, pero es menos frecuente escuchar las bondades de la cebada fermentada. Hace 10 años, apenas había nada publicado al respecto, de manera que la asociación de fabricantes españoles auspició la creación del Centro de Información Cerveza y Salud (CICS), que cuenta con un comité científico (el doctor Estruch es uno de sus miembros) que supervisa sus actividades y promueve la investigación sobre las propiedades nutricionales de su consumo moderado (ha presentado 17 estudios en sus 12 años de vida). "Sus efectos sobre la salud cardiovascular están claros", tercia Jesús Román Martínez, portavoz del CICS. También hidrata con poco aporte alcohólico y es diurética. Hay indicios, sólo indicios de momento, que apuntan a que podría ayudar a proteger contra determinados tipos de cáncer, a reducir el riesgo de osteoporosis en mujeres, que podría guardar relación con el fortalecimiento de los huesos y algún beneficio más que Martínez aconseja acoger con cautela. "Hace falta seguir investigando mucho más", explica. En cualquier caso, deja claro que ningún alimento es la panacea ni tiene sentido si no es dentro de una dieta sana.

En 2000, la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) incorporó a su pirámide nutricional caldos fermentados de pocos grados, con la apostilla de "consumo moderado, responsable y opcional en adultos". "No es lo mismo tomarse una cerveza durante la comida, que atempera la absorción de alcohol, que un combinado de 45 grados de madrugada", diferencia Javier Aranceta, presidente de la SENC, desautorizando (él y los demás expertos) excesos como el botellón. Tan importante es lo que bebe una persona como cuándo, cómo y acompañado de qué lo hace, según qué pautas y hábitos. Un estudio del Instituto Nacional de Salud Pública de Dinamarca demostró que los clientes que adquirían cerveza en el supermercado (indagaron en casi 100 establecimientos de dos grandes cadenas) compraban además comida preparada, snacks y fast food, mientras que quienes elegían vino se decantaban también por la fruta y la verdura. Sin embargo, "en España no encontramos diferencias entre el patrón de consumo de ambas bebidas", remarca Estruch, que también es director de Predimed, ensayo clínico que evalúa el efecto de la dieta mediterránea en la prevención de enfermedades cardiovasculares.

Según Aranceta, los beneficios sólo se entienden en el contexto de un estilo de vida mediterráneo, con pequeñas cantidades ingeridas en una reunión, con amigos, como bebida social... Para él, los efectos positivos vienen del conjunto. "Si una dieta tiene todos los componentes para ser equilibrada, y además cantidades moderadas de bebida fermentada, es verdad que habrá una menor prevalencia de problemas depresivos, cardiovasculares, artrosis, osteoporosis, ciertos tipos de cáncer... Pero no me atrevería a decir que es por alguno de sus ingredientes en concreto, sino por la suma, por el cómputo global", argumenta. Intentar separar del todo lo que aportan las partes, el pan o la cerveza o el aceite de oliva, le parece que no tiene mucho sentido.

La opción de las 0,0%

Javier Aranceta, presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), destaca que la cerveza, a diferencia de otras bebidas fermentadas de parecida graduación, tiene la enorme ventaja de que existe y es popular en su versión sin alcohol (graduación inferior al 1% del volumen total). Es más, las marcas están tendiendo ya directamente a las 0,0%. Es una posibilidad que, en opinión de este experto, abre el abanico a sectores de la población como mujeres embarazadas, mayores, enfermos, personas que se estén medicando o que tengan que conducir. "Así tienen la posibilidad de tomar una bebida refrescante y de disfrutar de sus beneficios (polifenoles, elementos antioxidantes, vitaminas del tipo B o ácido fólico) sin los inconvenientes del alcohol", concluye.

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