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“Los periodistas hemos perdido el instinto”

La veterana informadora, en activo a los 80 años, admite: “Somos más vagos con Internet”

SAMUEL SÁNCHEZ

“He matado a Kennedy y a su hermano, he matado a dos papas, he tenido la guerra de Dien Bien Phu, he matado a Carrero Blanco, a Franco...”. Pura Ramos no es una asesina en serie: solo enumera en argot un brevísimo resumen de las muchas noticias que ha escrito. A punto de cumplir 60 años en el oficio, esta periodista de 80 —“me gusta esa edad, es rotunda”— sigue al pie del cañón. ¿Por qué jubilarse cuando una disfruta de lo que hace?

“Siempre digo, en Navidad lo dejo... no, en Semana Santa..., no en verano. Soy incapaz de dar ese saltito. ¡Me gusta tanto mi profesión que me cuesta mucho dejarla!”. Y ahí sigue, con la curiosidad intacta del primer día, vivo el consejo que le dio Ramón Menéndez Pidal: “Pon toda tu alma en lo que hagas”. Tanta pone en lo que dice que el café y el cruasán se enfrían sobre la mesa. Tanta puso, que ni siquiera dejó la tarea cuando, casada con su colega Jesús de la Serna, fueron llegando los hijos. Uno, dos, hasta ocho, en tiempos en los que no se hablaba de conciliación.

“Vivía desparramada entre trabajo, hijos y casa. Allá donde me sentaba me quedaba dormida”, relata esta mujer que fue “del periódico al paritorio” algunas veces. Llegó a amamantar a la primogénita en Pueblo, la redacción que había pisado “el 13 de diciembre de 1952” para salir contratada cuando era estudiante de la Escuela Oficial de Periodismo. Tras pasar por Informaciones, Nuevo Lunes o la jefatura de prensa del Museo del Prado —“salía del despacho y tenía enfrente Las meninas”—, esta experta en información internacional y cultura ahora es redactora de la revista de arte Ars Magazine. “El director me presenta: ‘Pura Ramos, la institución’. Y yo pienso en el edificio de la Telefónica en Gran Vía”, dice entre risas.

“He matado a Kennedy y a su hermano, he matado a dos papas, he matado a Franco...”, ironiza

Porque ni se siente una institución ni le da importancia a su papel de periodista pionera, del que habla espontáneamente. “No tengo mérito. No he hecho más que nacer antes”, zanja.

“Me preguntan muchas veces si me sentí discriminada, pero es que el mundo era así entonces. No entendías que hubiera discriminación, no se te ocurría que te pudieras saltar una norma. El mundo era como era, no se cuestionaba lo que había. No me daba cuenta de que yo era una excepción”. Pero esta vasca nacida en Madrid en 1931 —“los vascos nacemos donde nos parece”, bromea— rompía la pauta. “Las cosas te llegan y resuelves”, resume.

A Ramos, con “un decalaje entre la edad mental y la edad física”, el periodismo le ha dado “inquietud, curiosidad, sentimiento de estar viva”. Cuando hay una gran noticia aún siente ganas de estar donde ocurre. “No sé si el periodismo ahora es mejor o peor que antes, es distinto”. Y “ya no es bohemio”. “Nos hemos hecho más perezosos con Internet y las redes sociales. Esperamos que nos llegue la noticia. Se ha perdido el instinto”. Cuando ella empezó, en plena dictadura, “ni siquiera había ruedas de prensa”. Para tener las noticias “había que salir a buscarlas”, patear despachos. “El periodista es tan efímero como la noticia”, sentencia la veterana, más fervorosa del papel que de la pantalla.

¿Merece la medalla de oro del trabajo? “Y ¿para qué quiero yo ese chisme?”, responde con risa esta mujer “muy feliz”, convencida de que “la vida es equivocarse y levantarse a continuación”. “Se pasa rápido, así que ¡atrápala!”, despide a la periodista.

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