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Polizones: cerco a los viajeros “indeseables” del mar

La presión para repatriar a los pasajeros clandestinos lesiona sus derechos

Jesús García Bueno
Un barco mercante en el puerto de Barcelona.
Un barco mercante en el puerto de Barcelona.JOAN SÁNCHEZ

Ya desde los tiempos de Núñez de Balboa, que se escondió en una caja de víveres para llegar al estrecho de Panamá, la vida del polizón nunca ha sido fácil. Son los “indeseables” del mar: para la tripulación, una molestia; para los armadores, la posibilidad de perder mucho dinero. Cinco siglos después de que el capitán del barco amenazara con abandonar al aventurero español en la primera isla que avistase, los polizones sufren abusos que los sitúan en el último eslabón de la cadena de la inmigración ilegal.

Migreurop, una red de entidades que defiende los derechos de los extranjeros, ha conversado con capitanes de barco, agentes navieros y autoridades de 23 puertos europeos —incluidos los de Algeciras, Barcelona, Bilbao y Valencia— y ha plasmado, en un informe que se presenta este miércoles en Barcelona, la vulnerabilidad de esos viajeros clandestinos. Los Estados, denuncia el documento, han cedido todo el protagonismo a los actores privados, movidos solo por “desembarcar lo más rápido posible a los pasajeros indeseados” para minimizar las pérdidas que supone la presencia de un polizón en un buque mercante.

Los barcos de transporte de coches y los graneleros son los más asaltados por los polizones. La mayoría proceden de África, donde se embarcan de forma clandestina aprovechando la escasa vigilancia y la corrupción local. Como Núñez de Balboa, se esconden en cualquier rincón inverosímil.

Los barcos de transporte de coches y graneleros son los más asaltados

La Organización Marítima Internacional cifra en 1.070 los polizones detectados en 2009, aunque muchos casos no se registran, según los entrevistados. Su número se ha ido reduciendo en los últimos años por el incremento de medidas de seguridad en los puertos europeos. Además, como los armadores deben hacerse cargo de ellos, “piden a los marineros que registren en todos los rincones de la nave”.

Esos “exiliados” de los océanos viajan en “condiciones que ponen en riesgo sus vidas”; por ejemplo, en contacto con tóxicos. Al ser descubiertos a bordo, reciben un trato “variable” por parte de la tripulación y del capitán, que en ocasiones les pone a trabajar. Durante la travesía permanecen vigilados y encerrados en camarotes. Su presencia supone más trabajo para el personal, lo que genera tensiones, detalla el informe.

El capitán debe informar a las autoridades del próximo puerto. Desde ese momento, la maquinaria privada se pone en marcha. Las aseguradoras, que cubren los “riesgos” de un polizón, procuran conocer su identidad —clave para repatriarle— con una entrevista telefónica. “Hacemos las entrevistas antes que la policía y ellos no se dan cuenta. Al polizón le hago preguntas, le miento, le digo que voy a ayudarle”, confiesa en el informe el responsable de una de esas firmas. Su misión es hacerlo lo más rápido posible para evitar que el barco permanezca parado en el puerto o haya retrasos en la entrega de la mercancía. “Encontrarse con un migrante a bordo supone represalias, responsabilidades, y una carga de trabajo adicional”, admiten dos capitanes en el puerto de Barcelona.

En ocasiones las tripulaciones
y los capitanes de los barcos
les ponen a trabajar

Esa celeridad “deja poco espacio para garantizar los derechos de los inmigrantes”, a quienes a menudo “no se les informa debidamente” sobre las opciones de pedir el asilo. “Es mejor no decirles que pueden pedirlo; estamos aquí para defender a los armadores”, relata un agente naviero del puerto francés de La Rochelle.

¿Qué pasa cuando un polizón llega al puerto? En la mayoría de casos, pese a los esfuerzos de la aseguradora, no se puede desembarcar porque el país no da permiso. En ese caso, siguen en el barco —al armador debe asumir los gastos de manutención— hasta regresar al país de origen. Otros son devueltos en avión. La aseguradora se encarga de todo: billetes, salvoconducto, pago de escoltas privados. En todo ese proceso, denuncia el informe, la autoridad pública juega un papel secundario. “La decisión parece tomada antes de que entre en juego la policía de fronteras”.

El informe cita el caso de un guineano, Abou Sylla, que tras ser devuelto a su país en avión, volvió a intentarlo pagando 500 euros para subir a un buque maderero escondido en una cabina. Pasó tres días sin comer, se escapó del barco pero fue capturado y regresó al buque rumbo a Génova. Sylla tuvo más suerte que la mayoría y obtuvo el asilo.

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Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.

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