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Autocrítica atómica

Los reguladores de los países nucleares buscan solución a la pérdida de crédito de esta energía “Nadie puede garantizar que no haya un accidente grave”

Un técnico examina el reactor 3 de la central de Fukushima.
Un técnico examina el reactor 3 de la central de Fukushima. REUTERS

Las autoridades nucleares del mundo hicieron este miércoles una especie de terapia colectiva pública, un ejercicio de autocrítica con tintes de propósito de enmienda. Los responsables de las agencias atómicas de EE UU, India, China, Francia y el Reino Unido, entre otros, reunidos por la agencia nuclear de la OCDE (NEA) y el Consejo de Seguridad Nuclear en Madrid, tomaron nota y esbozaron soluciones para la pérdida de credibilidad de la energía nuclear en el último año. La deficiente comunicación a una opinión pública desconcertada sobre los hechos desencadenados por el terremoto de 2011 en Japón y el accidente nuclear de Fukushima —el más grave en décadas— pasa una factura de alto coste a la energía atómica. Una población mundial más recelosa ha contribuido al frenazo de lo que la industria quería llamar el renacer nuclear.

La opinión pública
y motivos económicos frenan el ‘renacer nuclear’ en el mundo

El debate sobre cómo recuperar la credibilidad llega después de que la energía atómica haya perdido apoyos entre la opinión pública y entre los economistas, por la dificultad para competir con un gas natural cada vez más barato y con las restricciones al crédito, que dificultan acometer las inversiones milmillonarias. En ese contexto, Reino Unido encuentra dificultades para conseguir empresas privadas que quieran construir sus nuevos reactores, Japón ha apagado todos los suyos, 59 (aunque sea momentáneamente), Alemania anuncia que se descuelga del tren atómico y en Francia, por primera vez, se discute (aunque sea poco) sobre la energía nuclear.

El director general de la NEA, el español Luis Echávarri, lanzó el debate en la Casa de América (Madrid): Echávarri dejó claro que “para que la energía nuclear sea una opción debe ser aceptada por la opinión pública”, pero que eso disminuyó con Fukushima. Mike Weightman, inspector jefe de la Oficina de Regulación Nuclear del Reino Unido (ONR), coincidió: “No se hizo lo suficiente en aquellas circunstancias. En la comunicación nacional e internacional hubo malos entendidos”, dijo, y citó problemas de traducción.

En los países que tienen armas nucleares el apoyo social es más claro

Japón no solo informó mirando casi exclusivamente al interior (sin preocuparse demasiado por las repercusiones en el extranjero), y ese fue uno de los reproches más o menos velados que recibió. El representante de la agencia japonesa de seguridad nuclear (NISA), Makoto Watanabe, vino a pedir comprensión al señalar lo difícil que era trabajar a la vez contra el terremoto, el tsunami y el accidente nuclear. “Las autoridades locales estaban encargándose de la evacuación de la gente y faltaban muchas infraestructuras”, declaró. En Japón el inglés está poco extendido —aunque suene raro decir eso desde España— y el propio Watanabe en su segunda intervención respondió a las preguntas en japonés con una traducción improvisada.

El presidente de la Autoridad Nuclear Francesa (ASN), André-Claude Lacoste, dio una visión intermedia. “En un accidente tan grave como el de Fukushima hay que ser muy prudente a la hora de criticar. Si hubiera ocurrido en Europa estaríamos todos muy avergonzados y no solo en términos de comunicación. Pero efectivamente la comunicación de Japón no funcionó bien”, declaró a este diario en un receso.

La prueba es que Francia dijo mucho antes que Japón que el accidente merecía una calificación mayor en la escala internacional de accidentes nucleares de la que le daba Tokio: “Desde el principio dijimos: ‘No podemos responder a todo. Si en la pantalla de la NHK aparece humo negro o blanco no sabemos lo que es’. Pero en tres días sí pudimos decir: ‘El accidente es extremadamente grave, más que Three Mile Island [en EE UU, en 1979] y menos que Chernóbil'. Y en cuanto dices que el accidente es muy grave, la comunicación es más sencilla”.

Un sector que quería
dar una imagen idílica se
da un baño de realismo

Lacoste tiene una interesante teoría que ayuda a explicar por qué en Francia la aceptación es más fácil que en Alemania, que reaccionó a Fukushima con un apagón atómico: “Quien tiene armas nucleares acepta mejor la energía nuclear: mire Reino Unido, EE UU o Francia. Allí se ve con menos dificultad”.

La presidenta del Consejo de Seguridad Nuclear, Carmen Martínez Ten, admitió: “Tenemos que estar más y mejor entrenados” para comunicar.

Para ganar credibilidad, los reguladores no deben minimizar el riesgo. “La ASN tiene una imagen de credibilidad, entre otras cosas porque siempre hemos dicho que nadie puede garantizar que no pueda haber un accidente nuclear grave en Francia. Fukushima es un drama, y nunca dijimos que fuera algo pequeño. Y nunca dijimos que Fukushima fuera imposible en Europa”, señaló Lacoste. En la misma línea, Echávarri apuntó que el sector debe prepararse porque nadie puede descartar nuevos accidentes, aunque confió en que menores que el de Japón: “Las nucleares las hacemos humanos y cometemos errores”. Para un sector acostumbrado a vender con frecuencia una imagen idílica, ese discurso suena como a baño de realismo.

El representante chino, Liu Hua, se sinceró al admitir que antes del accidente nuclear apenas se preocupaban por el trato con la prensa, y llegó a preguntar al representante de EE UU que cómo controlaba las redes sociales.

En los reguladores
abundan los cargos que
proceden de la industria

Uno de los problemas de los organismos atómicos para ganar confianza es el de los estrechos vínculos que a menudo tienen o han tenido sus miembros con la industria. Algo que se vio en Japón, donde incluso existe un término para referirse al retiro dorado de altos funcionarios y políticos en empresas con las que tuvieron relación: amakaduri (literalmente, el “descendido del cielo”. La práctica estaba muy extendida en el sector nuclear.

Ante la defensa de la rigurosa independencia, el asesor de comunicación Luis Arroyo puso una nota de cordura: “No voy a pedir que levante la mano quien en esta sala esté a favor de la energía nuclear, pero creo que todos sabríamos cuál sería el resultado”. Los organismos reguladores están salpicados de gente procedente de la industria. Y es que hay pocos ingenieros nucleares (por no decir ninguno) que se oponga a una tecnología en la que está formado. Además de aprender de los problemas de la comunicación en Fukushima, algunos países con sistemas de control nuclear poco independientes del Gobierno han emprendido cambios legales, como anunció el presidente de la autoridad nuclear india, S. S. Bajaj. Las autoridades nucleares intentan así reparar la profunda herida que dejó Fukushima.

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