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“El electrodoméstico era una trampa para la mujer”

El interiorista posee la mayor colección de aparatos del hogar de Europa

Miquel Alberola
Ell diseñador y coleccionista Alfaro Hoffman.
Ell diseñador y coleccionista Alfaro Hoffman.JESUS CISCAR

El interiorista Andrés Alfaro Hofmann no nació en Weimar sino en Valencia (1957), aunque se inserta mejor en la doctrina de la Bauhaus que en la del Museo Fallero. Su adicción al diseño y a la fisiología de los aparatos le ha llevado a reunir una insólita colección de electrodomésticos que con el tiempo ha adquirido tanto sentido y sistematización que es la más importante de Europa en objetos cotidianos. Ahora alcanza ya las 5.000 piezas, cuenta con un espacio de exhibición permanente desde hace 10 años en su estudio de Godella (Valencia) y es motivo de peregrinaje para los estudiantes de diseño.

El diseñador, hijo del escultor Andreu Alfaro y nieto de uno de los mayores fabricantes de álbumes fotográficos y marcos, ha evitado que la suya sea una colección elitista. Quiere que el público se reconozca en ella. “He intentado hacer un repaso de lo que ha pasado con los aparatos que nos encontramos en casa en los últimos más de 100 años, de un modo cronológico y didáctico, pero como reflejo de lo que uno ha podido vivir”, expone. Esas piezas han sido motivo de varias exposiciones en Barcelona y Valencia, incluso han aparecido en películas como Los abrazos rotos, de Pedro Almodóvar, o ¡Atraco!, de Eduard Cortés.

Los electrodomésticos sirvieron para medir el retraso de España cuando las cocinas de las películas de Doris Day parecían una alucinación futurista en contraste con la aspereza de los hogares españoles. Pero también acabaron abriéndole la puerta de la modernidad. La economía y la falta de disponibilidad de electricidad fueron determinantes en este retraso, incide Alfaro Hofmann. “Así como los prejuicios respecto a la electricidad en unos aparatos sin ningún tipo de protección y, por tanto, muy expuestos a que el consumidor pudiera tener algún percance, como recuerda la gente mayor”. La introducción del electrodoméstico en España no empezó a ser masiva hasta finales de los cincuenta. “A diferencia de América, que era el reflejo de la sociedad del bienestar, aquí el electrodoméstico era una cosa de ciencia ficción”, sitúa.

Estos aparatos también han cambiado la relación entre hombres y mujeres, aunque no fue ese el propósito para el que fueron creados. “Hoy la cocina es el punto de la casa en el que mayor inversión se hace. El trabajo de toda la casa confluye alrededor de la cocina y esa nueva concepción ha asexuado los electrodomésticos y ha limitado las diferencias entre hombres y mujeres, aunque siempre hay excepciones”, refiere mientras apura su capuchino. Pero primero acentuaron esas diferencias. “El electrodoméstico era un aliado para tener a la mujer en la casa. Era una trampa. Era un regalo de cumpleaños que le hacía el hombre a la mujer: una lavadora o un aspirador. Esa publicidad era una cosa perversa”, deplora el coleccionista, que cuenta con una importante biblioteca de diseño industrial con abundante documentación sobre los electrodomésticos.

Para Alfaro Hofmann, “el electrodoméstico consolidó el rol de la mujer” a través de la imagen y la publicidad. “Hasta finales de los años setenta, la imagen de la mujer no deja de estar vinculada a esos aparatos. Primero era de cuerpo entero; luego, una mano, un pie con tacón… Hasta que llega un momento en que eso, que ya no existía en gran parte de Europa, desaparece en España. Incluso los nombres de los electrodomésticos tenían alguna connotación femenina, como la lavadora Woman Dreams”, rememora. Sin embargo, no todos los aparatos eléctricos eran femeninos: “La mujer estaba adscrita a los electrodomésticos de limpieza y cocina, mientras que el hombre, fumando una pipa y leyendo un periódico, solo estaba vinculado al televisor y la radio”. Pero los electrodomésticos no solo marcaron diferencias: también han sido el vehículo que ha llevado el diseño al gran público en España a través de la cocina, defiende el interiorista.

Entre la gran variedad de piezas que nutren su colección, que abarca desde principios del siglo XX hasta la actualidad, el interiorista Alfaro Hofmann tiene una que es su preferida. Se trata de la kettle (hervidera eléctrica) diseñada por Peter Behrens para la empresa alemana AEG a principios del siglo XX. “No solo es por la pieza en sí”, previene, “sino por lo que hay detrás de ella”. Detrás está la historia de un empresario, Emil Rathenau, que se abre a un hombre que viene del mundo del arte, y que sería el precursor de la Bauhaus, y que intentaba que la industria, los artesanos y los artistas se fusionaran para hacer artículos más agradables a la vista. Los brillos de aquella revolucionaria alianza, que simboliza la kettle, azuzan la vehemencia del interiorista y animan su colección.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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