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Un cachalote ahogado en plástico

Fallece un cetáceo varado en la costa de Granada tras ingerir 18 kilos de cubiertas de los invernaderos

Un investigador abre el vientre del cachalote varado.
Un investigador abre el vientre del cachalote varado. ebd-csic

El 28 de marzo de 2012, un cachalote de 4.500 kilos y unos 10 metros de largo fue hallado muerto en una playa de Castell de Ferro (Granada). Como es habitual en estos casos desde hace unos años, el equipo de Renaud de Stephanis, de la Estación Biológica de Doñana del CSIC, acudió avisado por la Junta andaluza a tomar muestras biológicas para estudiar las estrategias alimenticias. Su sorpresa llegó al abrir uno de los estómagos del animal: lo que había allí era un vertedero de plástico. Los investigadores contaron 59 trozos procedentes principalmente de los invernaderos cercanos que pesaban en total 17,927 kilos. Al final, esos plásticos le habían reventado uno de los estómagos y causado la muerte. Es el cuarto caso documentado en el mundo y lo ha aceptado para publicación la revista científica Marine pollution bulletin.

De Stephanis recuerda que cuando abrió el cachalote pensó que había un error: “¿Quién ha metido plásticos aquí dentro? ¿Esto qué es?’, empecé a rumiar”. Cuenta que tardó un rato en darse cuenta de que el cuerpo no se había contaminado, aunque para entonces un becario ya había recibido más de un grito. Al poco comenzaron a sacar los típicos plásticos de los invernaderos y cuerdas. Hasta dos macetas y un spray, entre otras porquerías. De Stephanis, que veraneó durante años en Almería, reconoció el contenido típico de los invernaderos que jalonan la costa desde Murcia a Málaga.

Uno de los plásticos había ocluido uno de los tres estómagos. “El estómago había explotado y el contenido gástrico estaba por la cavidad abdominal”, cuenta. El animal presentaba signos de desnutrición y no había restos de alimento reciente. “El intestino estaba vacío. La causa de la muerte fue presumiblemente una ruptura gástrica por los restos, lo que se unió a un problema previo de desnutrición”, escriben en Marine pollution con la precisión de CSI. El estudio, financiado por el Ministerio de Economía, detalla que tenía en el interior 26 piezas que sumaban 8,1 kilos y 29,9 metros cuadrados del plástico transparente típico de los invernaderos; cuatro restos de bolsas negras para cultivos (que pesaban 0,44 kilos); nueve metros de las cuerdas usadas para fijar invernaderos, y dos mangueras que medían 4,5 metros.

El estudio da una idea de la gravedad de la polución marina

Se sabía que el plástico que contamina el mar causa la muerte de tortugas, peces y aves marinas: hay documentadas 250 especies afectadas. Pero hasta ahora solo se habían encontrado tres casos documentados de cachalotes (dos en California y uno en Grecia) y da una idea de la gravedad del problema de la contaminación marina.

Los investigadores han comparado la distribución de la especie y coincide que, además de en el Estrecho, se distribuye frente al Poniente almeriense y Granada, donde el mar de plásticos es especialmente abundante. Solo en El Ejido, se producen al año 45. 000 toneladas de plástico para invernaderos. En Almería hay casi 40.000 hectáreas bajo invernadero. Según un documento de la Junta de Andalucía, “la producción de residuos plásticos de invernadero se estima en 2.400 kilos por año y hectárea de polietileno de larga duración”.

La Junta andaluza tiene dos plantas para tratar estos plásticos, una en Sevilla y otra en El Ejido, pero los investigadores destacan que a menudo el viento lleva desechos al mar.

Lamentablemente para los investigadores, este cachalote no estaba fichado, por lo que no pueden saber cuál era su zona habitual de distribución.

El caso es especialmente llamativo porque este es el primer cachalote varado en el Mediterráneo andaluz al que se le hace una necropsia.

De Stephanis cuenta que los cachalotes se sumergen 1.000 metros en busca de calamares y que es una incógnita si confunden los plásticos o los ingieren de forma accidental. El cachalote está catalogado como vulnerable en España y en el Mediterráneo. Se estima que hay menos de 1.000 ejemplares.

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