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Pegados a la resina

La crisis ha devuelto a los resineros a los bosques. La extracción de los pinos, abandonada durante décadas, ha completado su mejor campaña en 30 años

Tres resineros en Tardelcuende, Soria.
Tres resineros en Tardelcuende, Soria. David Asensio

Siempre pensé que si volvía la resina es que las cosas estaban realmente mal... Y ha vuelto”. Blas Andrés pasea entre los pinos resineros que rodean el pueblo de Tardelcuende (Soria). Hace unas semanas, este ingeniero de montes terminó su primera temporada resinando y ahora realiza el censo para el próximo curso, que comenzará en primavera. “El monte ya no es como antes, que no lo trabajaba nadie. Ahora puedes ver obreros, arquitectos e ingenieros resinando”.

El paro y la crisis, la enorme cantidad de pinos resineros abandonados en España y la creciente demanda mundial de resina han creado una mezcla perfecta para relanzar un sector que tocó techo en los años sesenta. El resultado es que la resina ha multiplicado su producción en tres años: de 2.000 toneladas en 2010 a unas 9.000 en 2013, según las primeras estimaciones del Centro de Servicios y Promoción Forestal de Castilla y León. Y para 2014 el sector aspira llegar a 15.000 toneladas. Sigue lejos de las 55.000 que se extraían de los pinos en los años sesenta, antes de la emigración masiva a la ciudad, pero las perspectivas son que siga creciendo a buen ritmo unos años más.

Fuente: CESEFOR.
Fuente: CESEFOR.EL PAÍS

Francisco Revilla es un ingeniero industrial que trabajaba en Alemania en el sector ferroviario. Conocía bien a Luis Martínez de San Vicente, propietario de la multinacional de la cosmética Cemsa. “La resina se usa para producir aguarrás o colofonia, que sirve para ceras depilatorias y otros cosméticos. Vimos que el precio de la resina estaba muy alto y la producción era muy volátil. Invertimos en una planta en Segovia para garantizar el abastecimiento”, cuenta mientras picotea algo y atiende las incesantes llamadas a su móvil.

En octubre de 2010 nace Resinas Naturales, una empresa que invirtió tres millones de euros en su planta de transformación de Cuéllar (Segovia), uno de los núcleos tradicionales resineros. “Los principios fueron muy duros. Contratamos antiguos resineros para que dieran formación y negociamos con ayuntamientos y comunidades”. Con un paro del 27%, no faltaron candidatos. En 2011 enrolan a 100 resineros y la firma produce 1.000 toneladas. Las cifras se duplican en 2012, y 2013 lo cerró con unas 4.000 toneladas producidas, de las cuales exporta el 70%. Un crecimiento exponencial que se queda en nada comparado con la planta que planean con capacidad para tratar 30.000 toneladas, 30 veces más de lo que producía España antes de la crisis.

El sector internacional también se ha fijado en este renacer. Hace un año, la brasileña Resinas de Brasil compró Luresa Resinas (la antigua La Unión Resinera Española, SA), empresa fundada en 1898 que llegó a ser uno de los mayores terratenientes del país y por la que pagó unos nueve millones, según fuentes del sector.

La resina se destila y sirve para producir gran cantidad de productos químicos. Revilla explica que en el norte de Europa se prefiere la resina de origen natural antes que usar derivados del petróleo. A eso se suma otro factor: China hasta ahora copaba la producción, pero la agresiva extracción llevada a cabo durante años da síntomas de agotar enormes masas de pinos y su mano de obra ya no es tan barata.

Félix Pinillos, jefe de área de Cesefor, habla con pasión de este resurgir. “Este sector estaba muerto. En los pueblos, los jóvenes no querían resinar porque era un trabajo muy duro. Ahora vive un renacimiento impresionante. Es verdad que están resinando antiguos obreros de la construcción y que muchos se irán cuando remonte la cosa, pero estoy convencido de que bastantes pueden decidir ser su jefe y conseguir un sueldo modesto resinando”.

Los pueblos han tirado de los antiguos resineros como maestros. En Tardelcuende es Anacleto Casero, un joven de 71 años, el que enseña a los nuevos resineros los trucos del oficio. Anacleto, que “echó los dientes en el monte”, muestra cómo se debe limpiar la corteza, colocar una cuña y un pote que recoja la resina. Cómo se han de cambiar las caras del árbol que se resinan y cómo cada año se sube el pote. Un pino puede dar entre tres y cuatro kilos de resina al año (depende de la zona), que el resinero cobra a un euro cada uno. Hay ayuntamientos que cobran una cantidad por pino resinado (unos 0,20 euros de media). Eso implica que alguien que resine 6.000 pinos puede ingresar, antes de impuestos, casi 20.000 euros en nueve meses, lo que dura la temporada, y el sector pelea por entrar en el régimen especial agrario. La inversión no es grande, salgo de material, y hace falta un coche. El coste son horas y horas de trabajo en el monte y el carburante. Pinillos pide que no se generen falsas expectativas: “Es un trabajo duro y nadie se va a hacer rico, pero sí que puede sacar para vivir en un entorno rural”.

La resina ha hecho que muchos montes vuelvan a estar transitados. En el de Tardelcuende pasa a echar un vistazo a su mata Pablo Pescador, un soriano de 29 años que lleva dos años resinando tras ir picoteando trabajos de aquí y de allá: “Físicamente es duro porque solo andar por el monte cansa, pero me da para vivir”. Blas cuenta que ha llegado a estar a 18 grados bajo cero en este pinar de Soria y que a esa temperatura se congela el filtro del gasóleo. Y sin embargo lo prefiere a los tábanos del verano.

Tardelcuende llegó a tener 94 resineros hace 50 años. En 1998, Anacleto fue de los últimos en dejar el oficio. El pino está en el escudo de Tardelcuende, y la antigua destilería, enrobinada a las afueras, da fe de que la resina fue una industria. La campaña pasada, en el pueblo hubo 12 resineros —entre ellos solo hay una mujer, la ingeniera de montes Begoña Galán— y espera que el número suba a 18 en 2014. El alcalde, Ricardo Corredor, cuenta que recibe correos de gente pidiendo resinar los pinos del pueblo. La oferta no es problema, ya que Tardelcuende tiene unos 130.000 pinos en montes públicos.

La resina, que resistió acantonada en Segovia, ha saltado a León, Guadalajara, Extremadura, Andalucía... Pinillos cree que hay margen para seguir creciendo: “España y Portugal eran líderes mundiales de producción de resina hace 50 años y ahora hay muchos más pinos que entonces, queda mano de obra y la demanda va a seguir”. El cambio puede tener efectos mucho más allá del mercado de la resina. Que haya gente en el bosque puede implicar menos incendios, aunque a la vez existe el riesgo de que muchos de los que trabajan desconocen el campo y pueden cometer algunas imprudencias. Blas cree que primará lo primero: “Si hay mucha gente que vive del campo, no se quema, y si hay un incendio, se apaga rápido. Eso se sabe desde hace 150 años”.

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