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La contaminación empeora un año agresivo para los alérgicos

Los humos del diésel aumentan la virulencia de los pólenes Los expertos prevén que esta primavera sea una de las más complicadas en la última década

Elena G. Sevillano
Dos mujeres recogen tulipanes en Alemania.
Dos mujeres recogen tulipanes en Alemania. Getty Images

El año no ha empezado bien para los alérgicos. El polen de cupresáceas —cipreses, arizónicas (setos ornamentales)—, el que ataca entre enero y febrero, ha sido esta vez especialmente molesto. A finales de enero llegaron a registrarse cuentas de casi 2.000 granos por metro cúbico, cuando con 25 o 30 ya producen síntomas. La buena noticia es que el ciprés tiene periodos de polinización relativamente cortos. La mala, que ahora llegan las gramíneas (familia muy extensa de cereales y hierbas que crecen en descampados, bordes de carreteras...), el alérgeno más frecuente y que poliniza durante toda la primavera. Es el que se emplea para medir la temperatura del año alérgico. Y las previsiones indican que este va a ser uno de los peores de la última década.

Conocer los niveles de polen antes de salir de casa y actuar en consecuencia —evitando la exposición en la medida de lo posible— es una de las recomendaciones básicas de los alergólogos. En los últimos años, sin embargo, también se les aconseja consultar los datos de contaminación atmosférica. La polución tiene un doble efecto: además de empeorar los síntomas, varios estudios han demostrado que vuelven más agresivos a los pólenes. “El ozono, por ejemplo, tiene la capacidad de lesionar directamente las mucosas del aparato respiratorio, de forma que las proteínas del polen le hacen más daño. También sucede con las partículas del diésel; son contaminantes que incrementan la inflamación que genera la propia enfermedad”, explica José María Olaguibel, presidente de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC).

Un estudio francés asegura que se han doblado en países industrializados

La contaminación explica también por qué hay más prevalencia de alergia en las zonas urbanas, con muchos gases tóxicos procedentes del tráfico. Los pólenes se vuelven más agresivos. “La contaminación modifica la forma en la que se expresan las proteínas de los genes del polen, intensifica su acción, y eso los hace más agresivos. Hay varios estudios que muestran cómo las regiones más contaminadas tienen pólenes más agresivos. Y eso también explica el incremento que ha habido en los últimos años del asma y de las enfermedades alérgicas”, añade Olaguibel.

Esta misma semana la agencia de seguridad alimentaria y sanitaria francesa, la ANSES, ha publicado un informe según el cual las alergias respiratorias se han doblado en los últimos 20 años en los países industrializados. Aunque reconoce la dificultad de saber cuántas personas padecen alergia al polen, afirma que las mejores estimaciones, procedentes de estudios epidemiológicos franceses, hablan de un 30% de prevalencia entre los adultos, y entre un 7% y un 20% en los niños. El informe apunta también a otro elemento en la ecuación que explica el aumento de las alergias: el cambio climático. Alude a trabajos que le achacan la mayor producción de polen, entre otras cosas porque la duración de la polinización se alarga. “Estudios experimentales también muestran que la subida de las temperaturas y de la concentración de CO2 vuelve ciertos pólenes más alergizantes”, añade.

En el móvil

Los expertos recomiendan a los alérgicos que estén pendientes de la información sobre las cantidades de polen en el ambiente (y del nivel de contaminación). Varias aplicaciones permiten consultarlas en el móvil:

Polen Control. Permite a médicos y pacientes realizar un seguimiento de los síntomas y cruzarlos con los niveles polínicos.

Alergo Alarm. Niveles de pólenes, predicción y alarmas.

Alerta Polen. Información sobre pólenes y sobre enfermedades respiratorias.

Tampoco en España hay datos del todo fiables acerca de qué proporción de la población es alérgica al polen. Sí se sabe que su número es creciente. Y también, como explica el alergólogo Olaguibel, que “la alergia al polen en España es más agresiva que en otras zonas de Europa, porque la polinización es más intensa y más prolongada”. El experto habla de “primaveras que duran casi 10 meses”, puesto que los problemas para los alérgicos empiezan en enero con las cupresáceas, pero después continúan con las gramíneas, la salsola, el plátano o la parietaria, un tipo de maleza presente en el litoral Mediterráneo “que es muy frecuente hasta septiembre u octubre”, añade.

Hay muchos pacientes que tienen varias sensibilizaciones, es decir, que reaccionan a dos o tres pólenes, aunque uno de ellos sea el más problemático. Olaguibel calcula que más del 60% de los alérgicos lo son a más de un polen. Cómo les afecten dependerá de dónde vivan y de la época del año. En la zona de la meseta predominan las gramíneas. En el Mediterráneo y la costa atlántica, la parietaria, un polen muy agresivo que provoca casos de asma. Entre los pólenes de los árboles, el ciprés destaca en la zona centro. El olivo en Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha. Y cada uno tiene su periodo de polinización.

Cuanto más lluvioso sea un invierno, más polen habrá en el ambiente durante la primavera. Por eso la previsión de gramíneas, la de referencia, de este año es de 5.600 granos por metro cúbico de aire, la cifra más alta desde 2007. “El total de polen de gramíneas recolectado en cada temporada muestra una estrecha relación con lluvia, humedad y temperaturas registradas durante los meses de octubre a marzo”, señala Francisco Feo, presidente del Comité de Aerobiología de la SEAIC. Esta sociedad mantiene una red de estaciones colectoras repartidas por toda España. De las 27 de 2011 han pasado a 52 este año, que facilitan información detallada de las zonas donde la alergia a pólenes es relevante.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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