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El miedo al ébola alimenta la expansión del virus en África

La población ataca a los sanitarios y les culpa de propagar la enfermedad

Equipos de Médicos sin Fronteras se preparan para trabajar.Foto: atlas | Vídeo: Atlas / Reuters
José Naranjo

La epidemia de ébola que afecta desde principios de año a África occidental y que se ha cobrado ya al menos 672 víctimas mortales, tiene un peligroso efecto secundario: el miedo, que alimentado por la falta de información contribuye en buena medida a que el brote esté siendo tan difícil de controlar. Ante una situación que no mejora, sus síntomas van a peor: los más recientes, un ataque a personal de Médicos sin Fronteras (MSF) o el cierre de fronteras de Liberia.

No es algo nuevo. El pasado mes de abril, un centro de MSF en Macenta, al sur de Guinea, fue atacado a pedradas por una multitud enfurecida. Hace unos días, en el pueblo de Kolo Bengou, donde se cree que hay varias personas infectadas, un grupo de jóvenes armados con piedras y cuchillos bloqueaba el paso al personal sanitario, según informa The New York Times. “Por todos los sitios que han pasado esas personas la comunidad se ha visto afectada por la enfermedad”, aseguraba uno de ellos, culpando del brote a quienes habían acudido precisamente a socorrerlos.

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En Sierra Leona, el segundo país en víctimas mortales tras Guinea, la situación no es mucho mejor. El pasado fin de semana se produjeron disturbios frente al hospital de Kenema, después de que se corriera el rumor de que una enfermera había dicho que “el ébola no existe y fue inventado para ocultar rituales caníbales en los hospitales”. También en este país se ha conocido este fin de semana la muerte de Saudatu Koroma, la primera paciente que se infectó en la capital, Freetown, y que huyó del hospital en pleno tratamiento con la ayuda de su familia. Aquí, el médico jefe responsable de la lucha contra la enfermedad, Umar Khan, está en aislamiento tras haberse contagiado.

Por su parte, en Liberia, el tercer país afectado con intensidad por esta epidemia, que ya se ha convertido en la más mortífera y de mayor amplitud de toda la historia, el Gobierno ha continuado con el cierre de fronteras que inició el domingo. Salvo el aeropuerto, donde se han implementado medidas especiales de detección de la enfermedad mediante la medición de la temperatura corporal y otros síntomas, prácticamente todos los pasos fronterizos están afectados por esta medida, pese a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) desaconseja estas medidas fronterizas porque, asegura, son ineficaces en una enfermedad con un periodo de incubación que puede ser de hasta 21 días.

Una misionera y un médico, los primeros enfermos occidentales

En Liberia la enfermedad se ha cobrado la vida de unos 15 trabajadores sanitarios, entre ellos la del conocido médico Samuel Brisbane, hace unos días, y la del ugandés San Mutooru Muhumuza, especializado en hacer frente a este mal. Precisamente en las últimas horas se ha conocido que hay dos estadounidenses también infectados por el ébola en este país. Se trata de la misionera Nancy Writebol y del médico Kent Brantly, también en cuarentena en la capital liberiana. Por primera vez, dos ciudadanos occidentales se ven afectados directamente por esta epidemia, lo que ha elevado la preocupación fuera de África.

Finalmente, Nigeria ha reaccionado con rapidez a la aparición de un primer caso en su territorio el martes de la semana pasada. Tras confirmarse que el liberiano Patrick Sawyer había muerto de ébola, el Gobierno ha decidido cerrar el hospital de Lagos donde fue ingresado y aislar al personal sanitario que estuvo en contacto con él antes de su fallecimiento, así como a los que viajaron con él desde Liberia hasta Lagos, con escala en Togo. La mayor aerolínea de Nigeria, Arik Air, ha decidido, por su parte, suspender todos sus vuelos a Liberia y Sierra Leona como medida de prevención ante el ébola.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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