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Huida del ébola a ninguna parte

Los pacientes escapan de los centros de aislamiento con la ayuda de sus familiares Cada uno que se da a la fuga es un foco de contagio en su entorno

José Naranjo
Policías de Liberia protegen una instalación de Médicos sin Fonteras en Monrovia (Liberia).
Policías de Liberia protegen una instalación de Médicos sin Fonteras en Monrovia (Liberia).A. D. (AP)

Sábado por la mañana. Un joven de 20 años sospechoso de tener ébola está ingresado en el hospital de Connaught, en Freetown (Sierra Leona). Tras recibir el resultado de las pruebas que confirman que padece la enfermedad y aprovechando un descuido, se escapa con la ayuda de un miembro de su familia. Durante todo el día, una patrulla del Ejército trata de dar con él hasta que lo localizan, ya por la tarde, escondido en un barrio de la capital sierraleonesa y lo llevan de vuelta al hospital. Marta Lado, doctora gallega y responsable del centro de aislamiento del complejo sanitario, les acompaña. “Fue en un instante, la puerta estaba abierta, y se escapó. Hemos estado recorriendo toda la ciudad para encontrarle”, asegura.

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Ese mismo día, pero en la vecina Liberia, una veintena de pacientes contagiados de ébola se fuga también de un colegio habilitado como centro de aislamiento en el barrio popular de West Point, en Monrovia, después de que las instalaciones fueran atacadas por un nutrido grupo de vecinos que no querían la presencia de este centro junto a sus domicilios. En Nigeria, una enfermera contagiada con el virus tras atender a Patrick Sawyer, el primer fallecido de ébola en este país, se escapó hace unos días del centro de aislamiento en Lagos y viajó hasta su pueblo, a cientos de kilómetros, donde fue localizada. Todas las personas que pudieron estar en contacto con ella están siendo observadas por si desarrollan los síntomas.

Las huidas de pacientes diagnosticados de ébola, unidas a la resistencia de la población local a acudir a los hospitales y a la hostilidad contra el sistema sanitario que no ofrece grandes resultados en la curación de los enfermos, es uno de los elementos a los que deben hacer frente los Gobiernos para tratar de atajar el avance de esta epidemia por África occidental, que afecta ya a cuatro países con 2.127 casos y 1.145 muertes, según las últimas cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS). “Muchos pacientes con ébola están desorientados y eso, unido al miedo a ser trasladado a Kenema, donde está el centro de referencia nacional, les hace huir, casi siempre con ayuda de sus familias”, aseguran fuentes del Ministerio de Salud de Sierra Leona.

El principal problema radica en que estas personas se convierten en transmisores de la enfermedad, provocando nuevos contagios. “Hay una enorme desconfianza por parte de la población hacia el Gobierno y hacia las estructuras sanitarias. Ya se han dado cuenta de que el ébola es real, pero tienen miedo a quedarse ingresados”, asegura Lado. El Gobierno ha decidido reforzar la seguridad en torno a los hospitales e instalaciones sanitarias y desplegar al Ejército para hacer cumplir la cuarentena en las provincias más afectadas.

Aunque no en la misma dimensión que en la vecina Liberia, en la capital sierraleonesa la epidemia empieza a adquirir tintes preocupantes. En las dos últimas semanas se han confirmado 11 nuevos casos y, lo que es más grave, los últimos no están vinculados directamente a Kenema y Kailahun, donde está el foco del brote en este país, lo que significa que existen cadenas de transmisión ocultas y activas. “Estamos seguros de que en Freetown no se ha llegado al pico de la epidemia”, explica la doctora Lado, cuyo equipo debe atender cada día a más de cinco pacientes nuevos que ingresan en el centro.

El miedo a ir a los hospitales contribuye a la mortalidad del virus” Phillipe Barboza, de la OMS

El doctor Phillipe Barboza, epidemiólogo de la OMS, asegura que “el miedo a ir a los hospitales contribuye a la mortalidad del virus. Cuanto antes ingresa alguien, antes se puede empezar con el tratamiento paliativo y más posibilidades de sobrevivir. Estamos en un momento de miedo irracional muy perjudicial para todos. Deben hacerse aún más esfuerzos en informar”. Precisamente para contrarrestar ese miedo Médicos sin Fronteras cuenta con un equipo especializado en Salud Pública y sensibilización, que coordina la especialista Emily Veltus. “Es clave. Rumores de todo tipo se han extendido”, explica. Últimamente una de las preguntas que le hacen en los pueblos de Kailahun donde trabaja está relacionado con la existencia en Europa y Estados Unidos de un tratamiento para curar el ébola. “Es un tema muy delicado. Yo les explico que nuestra organización no suministra drogas experimentales a nadie”. Pero claro, muchos dudan y se preguntan que por qué a uno sí y a otros no.

En Monrovia, las autoridades ya han localizado a algunos de los pacientes huidos, que han sido devueltos al mismo centro de aislamiento en el que se ha reforzado la seguridad, según han informado desde el Ministerio de Sanidad, que no ha precisado cuántos enfermos han sido recuperados. Este lunes, ha vuelto a aparecer un cadáver de una persona supuestamente fallecida a causa del ébola en otro barrio de la capital liberiana. El cuerpo permaneció dos días abandonado hasta que fue recogido por un equipo sanitario con traje especial de protección.

Cierre de fronteras

Al cierre de fronteras terrestres se ha unido en los últimos días la suspensión de vuelos por parte de la mayor parte de las compañías aéreas. Gambia Bird, que volaba a Freetown hasta la semana pasada, ha suspendido sus operaciones con los países afectados, siguiendo los pasos de otras como Kenya Airways, ASKI o Arik Air (nigeriana). British Airways suspendió sus vuelos hace dos semanas y países como Costa de Marfil o ahora Kenia han adoptado ya la medida de prohibir la llegada de vuelos procedentes de Sierra Leona, Liberia, Guinea o Nigeria. Las compañías que siguen operando, como la Royal Air Maroc (RAM) o Air France han intensificado medidas de control.

Aeropuerto internacional de Lungi, en Freetown, hace dos noches. Personal médico en la puerta del aeródromo mide la temperatura a todos los viajeros que entran y facilitan un formulario en el que se hay que especificar qué zonas del país has visitado y si has estado en contacto con personas enfermas. Una vez en la puerta de embarque, segundo control de temperatura. Los viajeros que superan la prueba del termómetro tienen pinta de aliviados. “Se rumorea que la RAM va a suspender también vuelos”, dice Nigel, un británico trabajador de una mina. El avión hace escala en Monrovia. Sube mucha gente, entre ellos al menos 30 ciudadanos chinos de una empresa de construcción. “Volvemos a casa”, dice uno de ellos. “Nos repatrian”. El avión, con destino a Casablanca, va a reventar. En la ciudad marroquí, un control con cámara térmica supone el último filtro.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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