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Faltan incentivos para impulsar la filantropía

La donación de Ortega a Cáritas abre el debate sobre el papel de las grandes fortunas España está por detrás de sus vecinos en mecenazgo ¿Es altruismo o hay otros motivos para la solidaridad?

Álvaro Romero
GETTY IMAGES

Dos días antes de que Amancio Ortega donase 20 millones de euros a Cáritas, el inversor estadounidense John Paulson se desprendía de 80 millones en favor de la sociedad encargada de la conservación de Central Park. El primero ha creado un imperio a partir de un modelo industrial distinto al resto con Inditex. El segundo también ha innovado, aunque lo suyo es la ingeniería financiera, y gracias a ella ha logrado sacar beneficios hasta de la crisis de las hipotecas basura, mientras cientos de miles de sus conciudadanos perdían su casa.

Ambas donaciones se producen en países en los que la cultura de la filantropía es muy diferente. En España, la decisión del empresario textil generó una agria polémica entre quienes desconfiaban de sus motivos y los que veían en ella un ejemplo a seguir en un país en el que los índices de mecenazgo son muy inferiores a los de otros Estados desarrollados. La aportación de Paulson, sin embargo, simplemente se entendió como una más en un país en el que la filantropía supera el ámbito de la opción personal y asciende al rango de obligación social para los que han alcanzado el sueño americano. Precisamente, el principal parque de Nueva York se creó a partir de una donación.

España tiene una historia de filantropía relativamente corta ya que, hasta la llegada de la democracia, la ayuda a los más desfavorecidos se canalizó fundamentalmente a través de la Iglesia. Para los expertos, que la asistencia social estuviese en manos de la beneficencia es la principal razón de que España esté a años luz de Estados Unidos en materia de donaciones. Pero, además, está también por debajo de los países desarrollados que tienen una realidad social similar. Algo en lo que los impuestos tienen su parte de responsabilidad.

EL PAÍS

Las donaciones de las grandes fortunas cogieron velocidad a partir de 2004 con la puesta en marcha de la ley de fundaciones. Según Marcos Concepción, director de la Asociación Española de Fundraising, entidad que se dedica a captar fondos para las organizaciones sin ánimo de lucro, este marco normativo se ha quedado anticuado, sobre todo, si se compara con otros puntos de Europa, lo cual supone un lastre para la solidaridad.

Los números apuntan a que hay margen para la mejora. Si realizar una donación en España equivale a una deducción del 25% en el IRPF o de un 35% en el de sociedades, en Francia este porcentaje llega al 65% para las compañías. El caso extremo es Austria que, al igual que en EE UU, permite deducirse hasta el 100% de la aportación.

EL PAÍS

El Gobierno ha puesto en marcha a través del departamento de Cultura una iniciativa para crear una ley de mecenazgo con mejores incentivos fiscales, tal y como prometía el programa electoral del Partido Popular. Sin embargo, según denuncian desde el sector de las fundaciones, la medida ha generado roces dentro del propio Ejecutivo por la negativa de Hacienda a elevar las deducciones porque traería consigo una merma en la recaudación. El departamento que dirige Cristóbal Montoro responde a estas acusaciones afirmando que el proceso sigue en marcha y que ellos solo están para dar apoyo técnico. Reconocen, eso sí, que no es ningún secreto que la prioridad en estos momentos es reducir el déficit, lo que obliga a asegurar cada euro que entra en las arcas públicas.

El Secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, afirmó hace unos días que “las negociaciones continúan” a la espera del “momento oportuno, habida cuenta la coyuntura económica”. Traducido, que habrá que esperar a que la crisis amaine. El calendario previsto es que la nueva norma sobre patrocinio esté lista a finales de 2013, aunque también hay voces en contra de la iniciativa. Para la asociación de técnicos de Hacienda, Gestha, mejorar la fiscalidad a las donaciones daría más herramientas a los grandes contribuyentes, que ya cuentan con atajos para pagar menos impuestos, como las sociedades colectivas de inversión (Sicav), que tributan al 1%. En el caso de las empresas, “en la medida en que el tipo efectivo que abonan —del 11%— ya está muy por debajo del oficial —del 30%—, ya tienen ventajas fiscales”, sintetiza el presidente de esta asociación, José María Mollinero.

Hasta que cambie la ley, el mapa de la donación en España, tanto de las pequeñas como de las grandes ayudas, muestra que el 18% de la población adulta realizó alguna aportación a las asociaciones o fundaciones sin ánimo de lucro, según un estudio de 2011, el último disponible, de la Asociación Española de Fundraising elaborado junto a la consultora Bain. Esta cifra, que además aumentó con respecto a otros años por la movilización que generó el terremoto de Haití, se queda muy lejos de la media europea, que es del 50%, tal y como destaca Carmen Gayo, presidenta de esta organización y directora de comunicación de Acción contra el Hambre.

Para tratar de identificar el comportamiento de los más ricos en este retrato de la solidaridad en España hay que acudir a los datos de Hacienda. En 2011, sólo 4.166 de los contribuyentes con unas rentas superiores a los 600.000 euros hicieron alguna donación, y lo hicieron por un valor total de cinco millones. El problema, matiza Marcos Concepción, es que aquí no entran aportaciones como la de Ortega, que con un patrimonio de más de 50.000 millones de dólares, gestiona su acción filantrópica a través de una fundación, y no hay datos públicos sobre lo que hacen estas grandes fortunas.

Una empresa se deduce en España el 35% de lo que dona; en Francia es el 65%

La OCDE reconoce la falta de estadísticas fiables sobre las mayores fundaciones europeas y remite a su último informe, del año 2006. La Caixa y la ONCE eran las únicas españolas que se colaban entre las 10 mayores de Europa, y no todas tenían un sentido puramente filantrópico. Desde entonces ha aumentado el peso mundial de empresas como Telefónica, Santander o la propia Inditex, al tiempo que han crecido las aportaciones de los Ortega, Botín, Rosalía Mera, Del Pino o Koplowitz. Sin embargo, no hay ningún nombre español en la red mundial de fundaciones creada por esta organización internacional en 2010.

Según el último anuario de la asociación del sector, en España hay 12.900 organizaciones de todo tipo que entran en la categoría de fundaciones. Un cuarto de las mismas está inactiva. De las otras 9.000 que sí están en marcha, solo un 3%, lo que equivale a 270, contaba con unos ingresos superiores a los 10 millones de euros.

La falta de información está en el origen de la desconfianza que generan estas donaciones en parte de la población, que sospecha que no son más que meras operaciones de marketing camuflado con las que, además, se elude al fisco. La retórica en torno a los grandes valores altruistas que suele envolver la acción de las entidades filantrópicas es vista por ello con recelo por esta parte de la población.

Javier Gomá, director de la Fundación Juan March, que es una de las 270 organizaciones que mueve más de 10 millones al año en España, reconoce que “el sector fundacional o su retórica presentan como altruismo, filantropía, virtud cívica, participación de la sociedad civil, voluntariado, lo que en la inmensa mayoría de los casos es economía de la distribución de la renta. Buena para el país, pero no necesariamente filantrópica”. Una retórica que “suscita admiración y recelo a partes iguales”, añade.

El sector acusa a Hacienda de bloquear la nueva ley de mecenazgo

Para Gomá, el factor clave de la filantropía es que forma un todo con el Estado del bienestar, sin querer sustituirlo, que se encarga de redirigir rentas desde lo que más tienen a los más desfavorecidos. Esto, añade, resulta imprescindible en nuestros días cuando, con motivo de la crisis y el deterioro de la red pública, aumentan los necesitados.

“Uno puede crear una fundación para prestar un servicio a la sociedad o para dignificar su nombre o para prestigiar la marca de su compañía mercantil, pero si cumple la ley, todo ello es plenamente aceptable porque redunda normalmente en mayor oferta a la sociedad”, asegura al tiempo que admite que, desde el punto de vista de los impuestos, el mecenas es un contribuyente privilegiado. “Pero ahí está el hecho objetivo de la ayuda, de la exposición, la investigación o la ayuda asistencial”, recalca. Al tiempo, advierte de que las críticas siempre vienen acompañadas de “ese pesimismo hobbesiano que concibe a los hombres como agentes interesados y que sospechan que la filantropía es, en el fondo, cinismo solapado”, ya que es imposible no recurrir a los clásicos al hablar de las motivaciones del ser humano.

Marcos Concepción comparte el punto de vista de que el sector de las fundaciones y ONG no sabe venderse bien y tiene problemas de comunicación. Sin salir de la autocrítica también aboga por mejorar la presentación en la sociedad del trabajo de estas organizaciones, que en 2011 atendieron a 42 millones de pesonas en España, y someterse a auditorias periódicas sobre el cumplimiento de objetivos.

La Fundación La Caixa y la ONCE, entre las 10 grandes de Europa

“La filantropía no está reconocida socialmente”, afirma experto en el mundo de las fundaciones que, previamente, pasó parte de su juventud en Brasil liberando a trabajadores que eran explotados en condiciones de esclavitud en granjas del Amazonas. Tras este desinterés, continúa, llega la falta de información y aparece la crítica, muchas veces “tramposa”, opina. Tanto Concepción como Gomá, que reconoce que la suya es una visión un tanto iconoclasta sobre el sector, también coinciden en señalar que la descalificación suele mezclar dos planos, el de la empresa y el de la filantropía, que hacen que se caiga en la demagogia. “La apertura de fábricas debe seguir la lógica del mercado, no de la filantropía, y para abrir una fábrica artificiosamente, sin que lo demande el mercado, mejor practicar la filantropía”, afirma el director de la Juan March, que restringe la acción filantrópica a la entrega voluntaria que se realice una vez se ha cumplido con Hacienda y se siguen las leyes. Porque el fraude, existir, existe.

Según el presidente de la asociación de los Inspectores de Hacienda, Julio Ransés Pérez, hay muchos casos en los que bajo las operaciones de mecenazgo se ocultan meros contratos publicitarios, que no pagan por tanto los impuestos que deberían, y fundaciones que esconden explotaciones económicas.

Por este motivo, Concepción añade el matiz de que, si las asociaciones quieren meorar su prestigio, deben revisar el origen de los fondos que aportan sus donantes para rechazar el dinero con origen dudoso. También, continúa, es necesario colaborar con empresas que sean coherentes con su actividad en términos de responsabilidad social. La propia Inditex, que fue muy presionada en los noventa por este tema, ha tomado medidas en los últimos años. Aunque siempre habrá algo que mejorar y alguien que criticará.

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Álvaro Romero
Redactor del equipo de Redes Sociales y Desarrollo de Audiencias en EL PAÍS. Es licenciado en periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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