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“El diseño democrático nos beneficia a todos”

La italiana aboga por recuperar la diversidad donde el siglo XX dejó estandarización

Anatxu Zabalbeascoa
Crasset, heredera de Starck.
Crasset, heredera de Starck.CARLES FRANCESC

La diseñadora Matali Crasset acaba su conferencia en la feria de cerámica (Cevisama) de Valencia preguntando al público. Explica a los estudiantes que es hija de agricultores. Que los sueños se pueden conseguir. Y que el diseño se ha convertido en un reto: se trata de recuperar la diversidad donde el siglo XX solo dejó estandarización. ¿Esquizofrenia? ¿Reparación? Esa recuperación tiene que ver con encontrar nuevos caminos, pero sobre todo con acercarse a la gente. Concluida la charla, para su segundo desayuno del día elige un capuchino y un cruasán —“como buen representante del diseño francés”— en la única cafetería de la feria. Es tarde y la bollería flojea. Pero se conforma con un café con leche y un pastisset de pisto —“¿la pizza local?”— que ofrece compartir.

Con 45 años, es la diseñadora francesa más reconocida. Philippe Starck, con quien trabajó cinco años, dijo que era su heredera. Y también ella elogia la capacidad de Starck “para asociar Francia y diseño y para hacernos creer”, dice, “que nuestras ideas eran buenas”. De eso trata el diseño: de tener buenas ideas. Tras estudiar marketing, “porque invitaba a soñar”, Crasset comenzó a diseñar productos por casualidad. “Necesitaba trabajar con las manos”. Ni por procedencia ni por interés sabía lo que era el diseño. Tal vez por eso ha sabido abordarlo con frescura. “Diseñar es coger a alguien de la mano y llevarlo de cabeza al mundo contemporáneo”, asegura.

Estudió marketing “porque invitaba a soñar” y comenzó a diseñar porque “necesitaba trabajar con las manos”

En los últimos tiempos ha firmado un cuchillo que también es pala para servir tarta o un sofá que va mucho más allá del sofá cama y se transforma hasta adoptar más de siete usos diversos. “Esa es una opción: dar más. Pero la clave está en buscar una nueva lógica. No se trata de apelar a la mente, se trata de permitir que la gente participe. Con el mundo estallando en protestas, el nuevo diseño tiene que ser participativo”, sostiene. ¿El diseño democrático lo firmamos entre todos? “Nos beneficia a todos”, aclara.

En el hotel Dar Hi que construyó en Nefta (Túnez) trabajó con materiales y mano de obra local. “Trato de evitar las exportaciones. El diseño sale ganando, el planeta también. Por supuesto la gente lo cuida más. Y se convierte en escuela. Trabajar lo local es romper el gueto del diseño”, afirma. Su trabajo ha cambiado mucho en 20 años. “Antes era insegura y solo quería hacer, firmar, producir. Ahora encuentro más satisfacción cuando consigo aportar algo, cuando veo que un diseño puede cambiar un centímetro del mundo”, explica.

Y cuenta que eso ha afectado a su vida personal. Matali Crasset gana menos dinero pero se siente mejor. Y ese sentimiento se traslada a la gente que la rodea, a su familia, a sus hijos. Terminado el café, cuenta que emplea tantos colores “porque antes era muy tímida”. Hoy cree que los colores son la vida, que quitan el miedo a vivir. Parece que también el miedo a pensar: la participación y la diversidad son sus nuevos retos como diseñadora: “Y como persona. Vamos hacia una época en la que va a costar diferenciar entre profesionales y gente común”.

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